El mes pasado se inició la estación lluviosa y con ello las inundaciones en sectores de riesgo como Juan Díaz, Parque Lefevre, Chanis, Curundú, Tocumen, Río Abajo y San Miguelito, entre otros.
Estos inconvenientes, causados por la Madre Naturaleza, se vienen suscitando año tras año a un ritmo cada vez más creciente y obedecen a varios factores, entre ellos el hecho de que la ciudad de Panamá está situada prácticamente al nivel del mar y cuando los fuertes aguaceros coinciden con la marea alta, las aguas no ingresan rápidamente al mar.
A esto hay que agregar el crecimiento demográfico y el gran auge en la industria de la construcción, que cada día le resta a los terrenos la capacidad de absorción de las aguas pluviales.
En su gran mayoría, los sistemas de drenajes existentes no cuentan con la capacidad de desalojo de las aguas pluviales, ya que en su momento no hubo una visión futurista de los encargados de diseñar el sistema de recolección y disposición final de las aguas. Este es un problema que será subsanado con la ejecución del megaproyecto de saneamiento de la bahía.
Pero mientras tanto, para prevenir las inundaciones en los puntos más sensitivos y vulnerables, el Ministerio de Obras Públicas ha invertido sumas millonarias en la limpieza, dragado y canalización de los ríos y quebradas más importantes de la región metropolitana.
En ese sentido, en los dos últimos años se han atendido los cauces de los ríos Matías Hernández, Río Abajo, Juan Díaz, Tapia, Tocumen, Tagarete, Cabuya, Cabra y Pacora; y las quebradas Las Palmas, La Guasa, Santa Librada, Limón y San Antonio, en el sector Este; los ríos San Bernardino y Aguacate, y las quebradas La Gallinaza, Comején, La Laja, Las Gaitas y La Pesa, en el área oeste de la provincia de Panamá; así como también las quebradas Villalobos y Fantasma, en Colón.
En el caso del río Curundú, y como parte del proyecto que incluyó el puente de intercambio de Albrook sobre la Vía Omar Torrijos Herrera, se construyó un cajón pluvial paralelo al existente con el fin de aumentar la capacidad de desalojo.
De nada vale que el gobierno destine grandes cantidades de dinero, si los ciudadanos siguen arrojando basura, llantas y otros objetos a los ríos y quebradas.