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Llegar tarde a las citas (¡los médicos del Seguro Social son especialistas en eso!); hacer esperar más de lo debido a alguien; interrumpir la vida de los otros con visitas inoportunas y sin anuncio previo; hacer largas llamadas telefónicas a gente ocupada; no llamar para decir que se va a llegar tarde a las reuniones o cualquier cita...
Todas estas son maneras de demostrar que los otros nos importan muy poco. Irrespetar el tiempo de los otros, su agenda, su rutina, su forma de organizarse, es gritar a los cuatro vientos que los demás son poca cosa para nosotros.
Es importante aprender que si hacemos este tipos de cosas, estamos ofendiendo a la gente. Si nos citan a una hora, mejor es llegar antes, para demostrar buen tacto y decencia. Si somos nosotros quienes citamos a alguien, estemos en el lugar previsto para recibirle a la hora exacta. Si no podemos hacerlo por cualquier razón, entonces llamemos por teléfono para advertir nuestra demora.
No hacerlo así en este tipo de circunstancias o cualquier otra, es una falta garrafal de cortesía.
El tiempo de cada uno es tal vez su joya más preciada. Es lo que más escasea. Lo que realmente más rápido vamos perdiendo, junto con la juventud y las oportunidades. Aprendamos a respetar ese preciado tesoro que es el tiempo, el propio y el ajeno, porque más temprano que tarde no lo tendremos, y nos vamos a arrepentir de no haberlo aprovechado debidamente. |
