La colombo-francesa Ingrid Betancourt cree que dar detalles en público de su secuestro la embrutecería, según una entrevista que publicó ayer "The Sunday Times", en la que la ex rehén de las FARC cuenta la odisea que vivió durante más de seis años en la selva colombiana.
En sus declaraciones al periódico británico, Betancourt, lúcida y serena, rehúsa entrar en detalles sobre lo que le sucedió durante su secuestro, ya que hacerlo público, dice, la embrutecería.
Sólo denunciará los hechos, aclara, "si sirve para enseñar algo a la gente", aunque da un pequeño ejemplo para ilustrar el poder de sus carceleros.
"Estaba atada a un árbol, tras mi quinto intento de escapar, y, al cabo de un rato, le pedí al guarda que me dejara ir al servicio. Él me dijo: Si quieres hacerlo, hazlo aquí, enfrente de mí".
"Pensé que antes moriría que hacer eso.
Es algo pequeño comparado con lo que sufrí, pero, entiéndalo, ellos lo decidían todo", explica la ex candidata a la presidencia de Colombia, que fue liberada por el Ejército colombiano junto a otros 14 rehenes el pasado día 2.
Betancourt, que actualmente se encuentra en París con sus familia, recuerda su alegría cuando estaba a bordo del helicóptero que la llevaría de vuelta a casa, aunque, al mismo tiempo, no pudo evitar sentimientos fatalistas, como que "iba a estrellarse".
Durante los tres primeros años de cautiverio, sus carceleros la obligaron a llevar una pesada cadena con candado en el cuello, además de atarla a árboles repetidamente.
La ex rehén expresa simpatía por la mujeres guerrilleras, a las que considera víctimas explotadas, que le mostraron solidaridad en varios momentos, como al darle a escondidas una horquilla para el pelo. Además, explicó cómo al enterarse casualmente de la muerte de su padre, al encontrar un periódico que había servido para envolver una col, tuvo sentimientos casi suicidas. En contraste, oír por la radio cada día a las cinco de la mañana mensajes de su madre y sus dos hijos, Melanie y Lorenzo, le infundía una gran fuerza, afirma.