Un cierto avaro compró de manzanas dos o un ciento, y en un oscuro aposento de todos las escondió. El avaro cada día las manzanas visitaba: si alguna podrida hallaba, suspirando la comía.... Su hijo que, según se piensa, radiaba el pobre de hambriento, descubrió con gran contento de su padre la despensa....La llave, pues, le quitó: abre el cuarto, y entra ansioso. Y su diente vigoroso en las manzanas cebó.... En esto su padre entró, y como le halló comiendo, "¡Ah, bribón! ¿Qué estás haciendo?", furioso le preguntó.... "Si no me entregas, mal hijo, las manzanas, te hago ahorcar." Sin suspender el mascar, el bribonzuelo le dijo:... "Yo muy bien he procedido; ningún daño os he causado: las podridas he dejado, y las buenas he comido." 1
En esta imitación de Florían que hace el poeta cubano José María Heredia, el avaro que compró las manzanas y las escondió pronto aprendió que Dios las creó para que el hombre las comiera; de lo contrario, se pudren. Para mantener oculto su plan egoísta de guardarlas para sí y no compartirlas con nadie, tuvo que comerse las que se iban pudriendo, no fuera que el olor de ellas lo delatara.
La moraleja de ese cuento en verso se halla en esta estrofa del poema jocoso del mismo autor titulado Le cayó la lotería:
Al avaro que el talego debajo de tierra esconde, y se lo roban de donde enterrado lo tenía, le cayó la lotería . 2 .Aquí la expresión "le cayó la lotería" significa todo lo contrario a "se ganó la lotería". Tal vez haya influido en Heredia la enseñanza de San Pablo de que por la avaricia, que es idolatría, viene el castigo de Dios. Más vale que adoremos únicamente a Dios, dándole oportunidad a su Hijo Jesucristo a que reine en nuestro corazón.