Un llamado de atención están haciendo los especialistas de la salud por el aumento de los problemas auditivos en nuestro país. De aquí que la Sociedad Panameña de Otorrinolarongología, realizara hace poco, su novena campaña de detección de problemas del oído y de audición.
Pero, muy pocos escucharon de la citada campaña, que se limita a evaluar y detectar casos entre las personas que asistieron al Hospital Santo Tomás. Es indudable que no basta con hacer diagnósticos, se requiere una verdadera política de prevención y dirigida no sólo a los de la tercera edad, ya que pareciera que la enfermedad está afectando a mucha más temprana edad.
La verdad que todo esto no sorprende. El ambiente en general de la ciudad de Panamá, por lo menos, está saturado de ruidos; los altos niveles de ruido ambiental a lo que diariamente estamos expuestos, es a veces insorpotable.
Las bocinas y las tronadoras tanto artificiales como naturales de los automóviles que circulan nuestras estrechas avenidas; el estruendo musical del vehículo detenido a nuestro lado y que nos hace sentir el ritmo como si estuviera tocando la orquesta en el mismo asiento de atrás. A lo anterior, hay que sumarle la costumbre de nuestra juventud del uso de audífonos conectados ya sea con caseteras o stéreos portátiles y los cada vez más frecuentes usos de los celulares. Todo un proceso de aguda contaminación acústica.
La pérdida de audición y las lesiones auditivas, que se acumulan en el tiempo, están haciendo que el panameño se esté ensordeciendo al punto que ya nadie conversa en las fiestas o en las discotecas. Y si lo hacen se gritan los unos a los otros como si estuviera discutiendo. Por último, si uno reclama en las fiestas, le recuerdan que estas son para bailar, no para dialogar.