Esta vez voy a dejar de volarme con esa cocaína, te lo prometo. ¿Cuántas veces esta ha sido la frase de un esposo supuestamente arrepentido por las "cagadas" que ha cometido cuando está bajo los efectos de las drogas? Quizás este ejemplo sea el más común de todos.
El problema de las drogas es que no es un asunto personal. Esta adicción afecta al adicto y también a la familia de la persona esclavizada al vicio, por ello, debemos considerar que -para dejarla- hay que ir a una especie de odontólogo. Sí...dije un odontólogo, porque estos médicos son especialistas en sacar la pieza dental que no tiene remedio. Así solucionan el problema, sacándolo de raíz.
El adicto debe sacar su problema de esa forma. No hay que ir paulatinamente, sino de una vez por todas.
Para dejar esta porquería, pídele a Dios que te libere, pero antes debes confesar que has estado haciendo algo que consideras perjudicial, y que has estado profanando el templo de Dios: tu cuerpo. También debes decirle a Dios que deseas y necesitas su perdón y salvación. Debes renunciar a tu hábito y expulsar de tu cuerpo el espíritu del alcohol, los narcóticos o la nicotina. Ordénale que salga y decide que, con la ayuda de Dios, nunca más fumarás un cigarrillo, usarás la marihuana o recaerás en cualquiera de los malos hábitos que has abandonado.
Después de eso, no te reúnas con aquellos que te indujeron a adquirir esos vicios, ni con quienes puedan intentar hacerte volver atrás. Quizás sea difícil, pero es necesario. En su lugar, debes buscar nuevas amistades, preferiblemente cristianas, que hayan abandonado esos mismos hábitos y puedan apoyar tu decisión en esos difíciles momentos.
Toma alrededor de treinta días adquirir un nuevo hábito. Pasará aproximadamente el mismo lapso de tiempo antes que el cuerpo quede libre de venenos o sustancias químicas que provocan dependencia. Mantente lleno del Espíritu Santo. Reemplaza aquello que te ha esclavizado con la nueva experiencia de la plenitud del Espíritu y echa pa' lante.