Domingo 7 de julio de 2002

 

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  OPINION

EDITORIAL
Peligro en la calle

El paso que camina la sociedad panameña, ya ni en la propia casa hay seguridad. Caminar por las calles de esta nación se está convirtiendo en un peligro para la vida. Es un peligro que no respeta sexo ni edad.

Los informes de los últimos días en cuestiones de crímenes dejan un sabor amargo en el pensante. Sobre todo cuando se trata de vidas inocentes que son truncadas sin aparente razón y las sospechas de la existencia de mano criminal rondan los pensamientos.

Tal es el caso reciente del estudiante muerto misteriosamente supuestamente por inmersión donde el padre reclama fervorosamente que se abra una exhaustiva investigación, porque tiene razones de peso para dudar de un simple accidente. También conmueven las noticias de los delitos cometidos contra menores de edad en el área Oeste de la provincia de Panamá, donde se atenta contra el honor y pudor de niñas que ni en su casa están a salvo de las lascivias de quienes se dicen familiares, amigos o allegados.

Y lo más fresco es el asesinato en Colón del trabajador de una tintorería, cuando éste se disponía a ganarse el pan del día. Esos son solo ejemplos extraídos del cartapacio de casos que a diario registra Panamá.

Todo ello lleva a una reflexión: ¿dónde será que se está a salvo de la violencia?

Ante estas situaciones, los padres que confían sus hijos a transportes colegiales viven en zozobra cada vez que el bus se atrasa algunos minutos por alguna razón de tráfico; se teme dejarlos en fiestas cumpleañeras; o mandarlos a visitar a los abuelos aunque éstos vivan en la otra esquina. Cierto que el que no la debe no la teme como reza el viejo refrán, pero ¿cuántas veces no se han dado muertes de terceros por balas perdidas?

No es que se tenga que vivir en un estado permanente de desconfianza, pues la vida continúa, pero lo que se intenta plasmar aquí es el llamado de atención hacia los estamentos responsables de velar por la seguridad del ciudadano común que sale de su casa a ganarse la vida honradamente o que participa de los derechos de recreación que le atañe como ente social y activo. ¿Dónde están los estudios sociales que arrojen un análisis de la conducta violenta que parece alcanzar altos índices?

Cierto que se dirá que Panamá no es el único país que presenta problemas de desestabilización emocional entre su población, pero algún factor ha de ser determinante para provocar esa ola de actos de ultraje contra la vida humana.

Lo cierto es que en todo esto, es que el dolor que carcome los corazones de los familiares de las víctimas podrían poner en peligro los sentimientos de amor hacia el prójimo que tanto proclamó Jesús. Esta es sólo una reflexión más en este mar de inquietudes en el que se está convirtiendo Panamá.

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