A ORILLAS DEL RIO
LA VILLA
Multiplicación
de cantinas

Santos Herrera
El Distrito
tiene en la actualidad 34 mil 747 habitantes y operan 130 establecimientos
dedicados al expendio de licor. Esto significa que por cada 267
personas (incluyendo niños y ancianos), existe un local
donde se puede adquirir con facilidad una bebida alcohólica,
y como este pueblo es territorialmente el más pequeño
del mundo, entonces debemos deducir que tenemos en cada esquina,
una cantina.
En realidad no podemos comprender cómo ha sido posible
esa proliferación, cuando existen leyes vigentes que reglamentan,
a nivel municipal y nacional, el establecimiento de dichos locales.
Si nuestro derecho positivo es bastante drástico y categórico
en el otorgamiento de esas licencias, sólo se puede pensar
que se logra gracias a la complicidad de las autoridades y de
la alcahuetería de la sociedad, que de manera sospechosa
aquéllas y muy pasiva ésta, han permitido la multiplicación
de cantinas, jorones, bodegas, abarroterías, kioscos,
tiendecitas, minisuper, donde sin ningún recabo se expenden
cervezas y otros licores al que lo solicita, incluyendo a menores
de edad.
Otra práctica que por lo repetitivo se ha hecho
una costumbre, afectando la moral pública y los principios
éticos de las personas, es aquella en que en todos los
coliseos, estadios o campos de juegos, se vende cerveza en forma
indiscriminada, sin tomar en consideración a los niños
asistentes que perplejos observan no sólo la venta pública,
y en pleno día, de bebidas alcohólicas, sino la
triste escena de los fanáticos que borrachos hacen espectáculos
que afectan sensiblemente la conducta del infante. La penetración
de las empresas cerveceras en los deportes ha llegado a tal extremo,
que monopolizan la venta de sus productos hipotecando estadios,
construyendo campos de juegos, financiamientos, préstamos,
etc., exigiendo como garantía la exclusividad de sus productos
en todos los eventos que se desarrollan en ese local.
Aclaramos que esta denuncia que presentamos, la sustentamos
con cifras que nos indican que este pueblo se encuentra entre
los primeros en cuanto a consumo de alcohol, habiendo en ese
elevado índice, un considerable porcentaje de menores
de edad. Asimismo confesamos que en lo que llevamos de vida hemos
empinado bastante el codo, y a pesar de mis años, todavía
saboreo algunos copetines o "lamparazos", como lo llaman
nuestra gente. Empero, aclaro que en mi niñez sólo
existían en el pueblo dos cantinas donde se libaba licor
casi que a puertas cerradas, ya que en aquellos tiempos a nadie
se le hubiera ocurrido vender licores en lugares públicos.
Yo recuerdo que mi primer trago de cerveza lo tomé la
noche de mi graduación de bachiller en letras, cuando
tenía 19 años. Después de la ceremonia,
cinco amigos nos fuimos a escondidas a uno de los jardines del
pueblo y entre todos hicimos un "quiñe" y nos
tomamos nueve cervezas grandes, que para aquel entonces estaban
a tres por un balboa.
|
|
|