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Justicia piden familiares de víctimas en San Carlos
Irasema Muñoz
Coclé / EPASA
Ninguna de las once familias, cuyos parientes murieron en el accidente de tránsito ocurrido el pasado sábado 19 de junio en El Higo de San Carlos estaba preparada para recibir semejante golpe. Todos estaban preparados para recibir a sus familiares y celebrar juntos el Día del Padre en familia. Pero el destino o Dios dispuso que no fuera así. Hoy, once hogares coclesanos lloran la partida prematura de sus seres queridos; porque la mayoría de los que murieron era gente joven, llenos de vida, con un futuro por delante. Algunos eran cabezas de familia, con hijos y esposa; unas eran madres solteras que dejan hijos solos y otras personas solteras que trabajaban en Panamá para ayudar a sus familias de escasos recursos. Este último caso era el de Leticia Isabel Núñez Arrocha, de 24 años, soltera, alegre, de agradable presencia y de gran corazón. Su madre, la señora Xenia Arrocha nos cuenta que su hija era alegre, buena hija y buena hermana. Tan pronto terminó la escuela secundaria, consiguió trabajo en Panamá en una casa de familia, donde también trabaja un hermano mayor. Con dicho trabajo, se comprometió a pagarle los estudios al hermano que le seguía en edad y lo cumplió. Hoy, su hermano está graduado de sexto año y puede seguir la Universidad, si así lo desea. Es seguro, que donde esté su hermana ahora, deseará que su hermano se gradúe en la Universidad para que saque adelante a su querida madre y demás hermanos. La joven Leticia, luego de graduarse su hermano, emprendió la tarea de construir una nueva vivienda para la familia. Su casa es de quincha y ella poco a poco empezó a levantar paredes de bloque con su pequeño salario de doméstica. Actualmente, dos de los cuartos están casi terminados, y otra sección de la vivienda lleva las paredes por la mitad. Su madre indica que ella siempre ayudó en el hogar y continuaba haciéndolo hasta que Dios quiso llevársela. Ahora su casa ha quedado inconclusa, pero lo más doloroso para ella es la ausencia de su hija. El día de la tragedia, el hermano la había llamado a la casa donde trabajaba, y la joven le contestó que ya estaba de salida para El Copé, en Las Tablas, donde residía. El hermano le dijo que la esperaría afuera, en la carretera. Pero el tiempo pasó y la joven no apareció. Como no tenían radio, no se enteraron, sino hasta al día siguiente, cerca de las ocho de la mañana. Los hermanos viajaron hasta La Chorrera, donde estaba el cadáver, pero no tenían dinero para sacarla del hospital ni para transportarla. Pero siempre hay un Dios que pone en el camino a personas generosas, y un señor les prestó el dinero necesario para los gastos. Hoy, la familia está endeudada y no saben cómo pagarán esa deuda, ni cuándo; pero tienen la esperanza de que el bus donde venía la joven estuviera asegurado, al igual que los pasajeros, de manera que con ese dinero puedan cancelar al señor que les hizo el favor. También están tratando de recuperar las pertenencias de la joven y piden que se haga justicia en este caso tan lamentable.
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