¿Debemos
ejecutar al que Dios perdona?

Hermano Pablo
Colaborador
El crimen había
sido espantoso: secuestro, violación y homicidio. Todas
las leyes del mundo aplicarían la pena máxima.
De ahí que el estado de Washington, Estados Unidos, condenara
a Westley Allan Dodd a morir ahorcado.
Dodd no se opuso al largo juicio, ni a la decisión
del jurado ni a la sentencia que dictó el juez. Su rostro
evidenciaba cierta humildad. Tanto es así que estando
de pie en el cadalso, y con la soga al cuello, manifestó:
"Yo estaba convencido de que en este mundo no había
paz, pero me equivoqué. Aquí en mi celda he hallado
paz y esperanza en el Señor Jesucristo."
Momentos después, su cuerpo se balanceaba al extremo
de la cuerda.
Dodd había sido un hombre malvado que, con toda conciencia
y a sabiendas, secuestró a tres niñas, las violó
y las mató simplemente por el placer que le produjo. Nunca
en su breve vida, de sólo treinta y un años, mostró
buenos sentimientos.
Sin embargo, en la cárcel alguien le dio el mensaje
que todo ser humano debe escuchar siquiera una vez en la vida:
el mensaje de Cristo. Y Dodd lo comprendió y aceptó
a Cristo como Señor de su vida.
Este hombre, cargado de tremendas culpas, hizo dos cosas.
Reconoció que era pecador, de lo cual ningún jurado
ni ningún juez lo hubiera convencido. Y arrepentido sinceramente,
aceptó a Jesucristo como su Único Salvador. En
los últimos días de su vida, halló la paz
y la esperanza que nunca había tenido.
Surge la pregunta: ¿Será justo que un criminal,
que ha cometido tantos hechos horrendos, reciba tan fácilmente
la vida eterna?
Otra pregunta: ¿Debe aplicársele la pena capital
al que humildemente se arrepiente y demuestra un cambio total
de carácter y de vida?
Respecto a esta última pregunta, la relación
con Dios, por sincera que sea, por profundo que haya sido el
arrepentimiento y por maravilloso que haya sido el cambio de
vida, no anula la deuda que alguien tiene con la ley. La deuda
tiene que pagarse.
En cuanto a la primera pregunta, la Biblia dice que Dios no
muestra favoritismos. Todo el que a Él viene, cualquiera
que haya sido su pecado, si con absoluto arrepentimiento se humilla
ante Él como su Señor, recibe perdón. Es
más, la muerte de Cristo en la cruz borra todos sus pecados.
Entreguémosle nuestra vida a Cristo. La gracia de Dios
nos ayudará a someternos a las leyes humanas, y tendremos
además la vida eterna. Lo más importante que poseemos
es nuestra alma. Entreguémonos a Jesucristo. Él
nos salvará.
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