Todavía retumba en mi cuerpo el baño de agua fría de la noche del domingo en El Salvador... esa neblina espesa acompañada de una fuerte lluvia que ahogó a la "Marea Roja" en el Cuscatlán.
Ha sido una eliminación dolorosa, cruel, despiadada, que no imaginamos y que mucho menos esperábamos. Esos tres goles en los últimos 20 minutos han sido los golpes más difíciles de asimilar.
Estar allí en la grada viendo impotente cómo mi equipo se refugiaba descaradamente atrás tratando de cuidar un marcador... mirar a mi alrededor y observar a estrellas del pasado como Percival Piggot, Jorge Dely Valdés, Rubén Guevara, etc., con ganas de entrar a la cancha y sin poder hacerlo, hacía más cruel la agonía.
Sin duda, esta pesadilla que vivimos será algo que difícilmente superemos. No se puede jugar así con la ilusión de un pueblo, con el anhelo de los cientos de panameños que fueron a apoyar al equipo en vivo y los tres millones que lo seguían desde sus casas, no podemos permitir que aquí vengan más técnicos vendedores de ilusiones y se vayan fracasados como si nada.
Es hora de hacer un alto, reflexionar de una derrota que ha tirado al traste nuestras pretensiones de clasificar por primera vez a un mundial de mayores.
Cerramos este ciclo viendo cómo una gran generación de jugadores se marcha sin pena ni gloria... José Luis Garcés, Luis Tejada, Rolando Escobar, Felipe Baloy, Luis Moreno, Blas Pérez, Luis Henríquez y compañía, tendrán para la próxima eliminatoria 31 años y sus carreras irán cuesta abajo por la acelerada longevidad que sufren los futbolistas.
No sé cuánto tiempo tendrá que pasar para ver una generación tan brillante como esta... si son cuatro, veinte o cuarenta años, sólo pido que los dirija un técnico sensato y dirigentes que no se pongan vendas en los ojos a la hora de enrumbar un camino visiblemente torcido.