MENSAJE
Cristo no nos demandaría
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
Llovía a torrentes
en aquella carretera que va entre las ciudades de Santa Ana y Riverside,
California. La señora Connie McCormick, tratando con dificultad de
ver el camino, tenía los limpia-parabrisas volando de un lado a otro.
Había mucho tráfico y el pavimento estaba resbaloso debido
a la lluvia.
De pronto Connie perdió el control del volante y el vehículo
saltó del camino y cayó en una acequia llena de agua. La mujer
quedó aprisionada en su asiento. Si no recibía auxilio de
inmediato, corría peligro de ahogarse.
El señor Edwin Duke, que vio todo el accidente, corrió
adonde estaba el coche volcado y trató de abrir las puertas, pero
estaban prensadas. Con fuerza descomunal forzó la tapa del baúl
del vehículo, quitó el asiento trasero y por allí pudo
rescatar sana y salva a la señora McCormick; pero en el esfuerzo
de salvarla, el señor Duke se lastimó gravemente la columna
vertebral y lo tuvieron que intentar en un hospital.
Como perdió mucho tiempo de trabajo y gastó muchos miles
de dólares en médicos y hospitales, el señor Duke interpuso
una demanda judicial contra la señora McCormick por 25 mil dólares
por concepto de daños y perjuicios. Primero la salvó arriesgando
su propia vida, y después le hizo una demanda judicial. Situaciones
como ésta son comunes entre los seres humanos.
Hace casi dos mil años, Cristo nos vio a nosotros también
en peligro de muerte. Volcados a un lado del camino de la vida, estábamos
ahogándonos en medio de nuestras dolorosas miserias, presos por nuestros
problemas sin solución. A diferencia del señor Duke, que arriesgó
la vida pero no tuvo que entregarla para rescatar a la señora McCormick,
el Señor Jesucristo dio su vida para salvarnos. El dejó la
gloria del cielo para tomar el escarnio de la cruz, puso su vida en pago
de la nuestra y llevó nuestras culpas para que nosotros pudiéramos
tener vida eterna. El Sagrado Libro dice que "El fue traspasado por
nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él
recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas
fuimos sanados" (Isaías 53:5).
Por medio de Cristo obtenemos limpiea, paz, justicia y honra. Y El no
nos pone demanda alguna por habernos salvado. No va a llevarnos al tribunal
por más desagradecidos que seamos. No nos cobra nada, no nos exige
nada. Sólo pide que aceptemos su infinito amo, que confiemos en El,
que le demos nuestro corazón y que lo coronemos como Rey y Señor
de nuestra vida.


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