Gerald Kent, un joven de dieciocho años de edad, de Saint Louis, Missouri, Estados Unidos, cometió uno de los actos más horribles en toda la historia del crimen en la ciudad de Saint Louis. Violó y mató a una anciana de noventa años de edad. El juez que intervino en el caso, además de expresar su horror ante semejante crimen, comentó: "Fue un crimen estúpido."
Es increíble lo que nuestros ojos están viendo en la actualidad. Crímenes que no hubieran sido ni siquiera pensados cincuenta o sesenta años atrás, hoy son la expresión casi diaria del siglo actual. Pareciera que en vez de que el adelanto educativo, cultural, científico y económico nos trajera más luz, como que más nos está sumiendo en la oscuridad.
Ante la declaración del juez: "Fue un crimen estúpido", no podemos menos que preguntarnos: ¿Es que hay algún crimen, o pecado o maldad que sea inteligente? ¿No son acaso estúpidos todos los crímenes y pecados?
El diccionario da una serie de sinónimos como definiciones de la palabra "estúpido". Dice: "bruto, idiota, inepto, tonto, incapaz, excéntrico, cretino". Y así como el idioma castellano es rico en sinónimos de "estúpido", también los hechos malvados y pecaminosos de la gente son ricos en estupideces.
No hay ningún delito que sea inteligente. Algunos delitos podrán ser ejecutados con astucia, con maña, con habilidad y con destreza, si se quiere, pero con inteligencia, ninguno. La inteligencia es lo que distingue al hombre de la bestia. Y la inteligencia -esa facultad superior del hombre hecho a la imagen de Dios- se la dio el Señor para que entendiera las leyes divinas y aprendiera a cumplirlas.
"Temer al Señor: ¡eso es sabiduría! Apartarse del mal: ¡eso es discernimiento!", dice Dios en su Santa Palabra (Job 28: 28). La inteligencia verdadera no es delinquir hábilmente a fin de no ser descubierto. La inteligencia verdadera es no pecar nunca, ni contravenir jamás a las eternas leyes de Dios. En el cumplimiento de la leyes divinas están la cordura, la libertad y la inteligencia.
Sólo Jesucristo puede darnos tal sabiduría. Sólo Él puede darnos el poder para poner en práctica sus enseñanzas y mandamientos. El mejor uso que le podemos dar a nuestra inteligencia es recibir y seguir a Cristo.