El presidente de la República, Martín Torrijos ha encontrado un sendero positivo por donde transitar ante la efervescente y obstinada posición de los grupos que se oponen a las reformas a la ley orgánica de la Caja de Seguro Social.
Al reconocer la necesidad de ampliar las consultas, el gobernante ha apostado por el país y ha extendido una invitación a todos los sectores de la población para que la apertura pueda contemplar otros temas de igual o mayor urgencia que el de la entidad de seguridad social.
Es así como se convierten en puntos de confluencia la pobreza de la población rural y de los cinturones que ciñen el entorno urbano capitalino, donde se asientan las oleadas de emigrantes del campo, acorralados por las carencias, el desempleo y las casi nulas posibilidades de resolver sus problemas más elementales de existencia.
Un creciente número de ciudadanos emigra a la ciudad y dejan aquellos territorios del interior convertidos en solitarios pueblos fantasmas, incrementando los bolsones de pobreza en la periferia metropolitana, con los añadidos de violencia, delincuencia, drogadicción y otros males que principalmente apuntan hacia la niñez y la juventud.
Culpemos de esto a la falta de oportunidades, de desarrollo de las técnicas de producción agropecuaria, condimentadas con un 55 por ciento de personas que no completan sus estudios y un 20 por ciento de productores sin capacidad para acceder a los centros de comercialización.
Dentro de ese mismo universo no podemos obviar la presencia de 200 mil productores que viven de la agricultura de subsistencia, sin posibilidades de aprovechar las aperturas económicas. Por eso, no son pocas las voces contrarias a la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, cuya materialización afectaría al sector primario.
El problema del hambre entre los habitantes del campo debe ser percibido desde diversos ángulos y uno de ellos es la misma siembra de productos, ampliándose al no lograr transferencia de tecnología, en un país donde el 70 por ciento de las fincas tienen una dimensión de un décimo de hectárea.
Otro punto que quisiéramos destacar es uno derivado de informaciones internacionales. Según fuentes extranjeras, de cada balboa invertido en la lucha contra la pobreza en Panamá, tan sólo llegan a su destino 20 centésimos y el resto es absorbido por la burocracia local.
El país ha llevado a cabo procesos de privatización sin tomar previsiones para enfrentar los "daños colaterales", sobre todo los ocasionados a los habitantes del campo, cuya situación se presta ahora para ser discutida y enfrentada en el amplio diálogo convocado por el señor Presidente.
Esta decisión del Ejecutivo permitirá a los panameños conocer la nación ignota, la de los agudos conflictos sociales, que cada día es amenazada por la furia de la pobreza y la ausencia de soluciones.
Tal vez esta consulta permita iniciar el proceso de recuperación de nuestra Nación, y enfrentar con sólidos argumentos, los gérmenes malignos que la quebrantan desde hace ya tiempo.