El atentado en la ciudad kurda de Kirkuk, Irak, pone una vez más sobre la mesa la difícil situación de esta ciudad disputada por kurdos, turcomanos y árabes, justo el día en que el nuevo presidente kurdo, Masud Barazani, juró su cargo.
El ataque, perpetrado por un suicida, dejó 18 muertos y 60 heridos, según informaron fuentes policiales.
El alto numero de víctimas se registró porque el terrorista hizo detonar la carga explosiva que llevaba adosada al cuerpo en un mercado público, en el centro de la ciudad, a 250 kilómetros al norte de Bagdad, explicaron las fuentes.
Varios testigos aseguraron que el atentado fue cometido cuando numerosos funcionarios iraquíes, entre ellos policías, hacían fila frente a un banco para cobrar sus salarios.
Kirkuk, donde se encuentran los principales yacimientos petrolíferos del país, tiene una población de alrededor de un millón de personas, repartidos entre turcomanos, kurdos y árabes. Estas comunidades aseguran ser la mayoritaria.