La serbia Ana Ivanovic se sentó en el trono dejado vacante tras la retirada de Justine Henin, a la que sucedió ayer como campeona de Roland Garros y a la que relevará como número uno del mundo.
Su victoria 6-4, 6-3 en una hora y 38 minutos frente a la rusa Dinara Safina, aparenta más contundencia de la que hubo en la pista, donde se vivió una final más vibrante que las de los últimos años, lo que augura un cierto renacimiento del malogrado tenis femenino.