Frankie (Jack McElhone) es un niño sordo de nueve años, que vive con su madre y su abuela, mudándose de un lugar a otro porque huyen del papá del “laopesillo”.
La mamá (Emily Mortimer) ha convencido a su hijo de que su padre es un marino que le envía cartas desde todos los océanos, cuando en realidad es ella quien escribe las cartas, pero las cosas se le complican a la mujer cuando el muchacho hace una apuesta con un amiguito de escuela sobre la llegada de su papá a Glasgow. El resto se lo podrán imaginar.
En vez de crear una tontorrona comedia escocesa sobre una situación muy fuerte y reflexiva, la debutante Shona Auerbach se las juega aportando giros dramáticos, lentas secuencias y un ambiente frío, lúgubre e inseguro muy parecido al futuro de los personajes.
La mamá de Frankie decide desesperadamente encontrarle un papá de repuesto, y en medio de todo, el verdadero padre se está muriendo y ruega ver al muchacho. Al final, el filme llega a tocar fibras del corazón y lo hace de una manera muy contundente cuando lo intenta de verdad. Calificación: 3, pero pudo ser mejor, ehhh.