EDITORIAL
La amenaza del SIDA
Más de 300 víctimas
se han registrado actualmente por el Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida, enfermedad mortal conocida como SIDA, mientras 50,000 desconocen
estar infectados por el virus de este letal flagelo que azota a la humanidad.
Las cifras son alarmantes y las proporciones de nuevos enfermos crecen
sobre la base de la promiscuidad que no han superado una serie de ciudadanos
panameños. Ahora son los heterosexuales los potenciales candidatos
a contraer esta enfermedad que está diezmando a muchas poblaciones
en el mundo que se muestran impotentes para combatir rápidamente
la enfermedad.
Las recientes manifestaciones contra la administración del Seguro
Social por pacientes con SIDA debió alertarnos y tomar medidas de
emergencia y heroicas para desarrollar una campaña agresiva contra
esta enfermedad. Sin embargo, muchos panameños siguen con su vida
licenciosa y adúltera, además de que siguen frecuentando cantinas
y lupanares en áreas de dudosa reputación con la creencia
errada de que sólo el SIDA lo transmiten los homosexuales.
Hay mucho de culpa en la educación y el comportamiento del panameño
que por un malentendido machismo se resiste a tener relaciones con su pareja
única y prefiera hacer ostentación hasta con alternadoras
que no pasan "clínica" y son foco de contagios.
La educación sobre enfermedades contagiosas se ha manejado como
un tabú y el propio preservativo, llamado Condom, era visto con cierto
prejuicio por la sociedad panameña, cuando es el apellido del descubridor
de este elemento plástico protector.
El panameño tiene que cambiar pues, de hábitos y actitudes.
Llevar una vida más sana tal como lo manda la moral cristiana. La
amenaza del SIDA está latente y no se trata de fuegos artificiales
sino de un problema real que puede devorarnos si no tomamos las precauciones
de rigor. Esta apocalíptica enfermedad todavía no tiene cura
por lo que debemos estar preparados para hacerle frente. La paciencia de
los médicos aún no se agota. Pero debemos desarrollar la comprensión
y tolerancia con los pacientes y buscar fórmulas que por lo menos
sean un paliativo para la enfermedad porque estos ciudadanos, difícil
es expresarlo están condenados a muerte aún estando vivos.
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