HOJA SUELTA
Tener SIDA

Eduardo Soto

Si usted decide irse a la cama con un levante clandestino esta semana, tome nota: es posible que la persona con quien fornicará haya tenido sexo con cinco amantes distintos en los últimos tres años. Digamos que, por cosas de la vida, estas 5 personas, a su vez, lo han hecho con otros cinco seres cada uno. Si estas 25 almas tuvieron relaciones sexuales con otras cinco cada cual, y estas con cinco más, significa que en la semana usted tendrá un largo y rico orgasmo, no con su amante de turno únicamente, sino con el sancocho de fluidos que 780 cristianos y cristianas le dejaron en el cuerpo a su pareja fortuita... ¡y sabrá Dios quién de todos tenía el SIDA!

El macabro cálculo anterior tiene pantalones cortos, ya que una escandalosa mayoría de los panameños y panameñas, liberados de la mojigatería de los abuelos, se desnuda bajo las sábanas con mucha más gente que esa en tres años.

Y a veces no hay cama: tienen sexo en las discotecas, los baños de los colegios secundarios, en el asiento trasero de los carros, los matorrales, las playas, el patio del vecino, la oficina, los parques, callejones oscuros, en los busitos colegiales (y en los buses de Panamá Viejo), en plena avenida de Los Mártires, en un taxi a la luz del día y en medio del tráfico, en los zaguanes, los balcones de los hoteles, las piscinas, y hasta en el servicio de varones de los cines.

Hay ocasiones cuando se cree estar seguro: esa muchacha, de lentes, que deja ver por los zapatos abiertos los dedos de unos pies muy limpios (eso dice mucho de cómo puede estar lo demás), con uñas bien pulidas, calladita y que se sonroja cuando hablan de sexo en la oficina, ella, casi una niña, qué va, ella no podría pegarle el SIDA a nadie. Tampoco ese chico, deportista, que no toma, le gusta la música romántica, no tiene novia, incapaz de una mala palabra, adorable porque llama diez veces al día a la abuelita; él tampoco podría tener esa enfermedad que solo le da a los homosexuales.

Así pensaba un amigo mío que fue diácono, es decir, estuvo en el escalón que se pisa antes de ordenarse cura. Él bajó la guardia y ahora está muerto. Pero esa es otra historia que contaré después.

Lo cierto es que los panameños se juegan la vida en la ruleta rusa del SIDA cada vez que saltan a la cama ajena en cueros, sin saber la historia sexual de la pareja, y sin condón. Algunas mujeres dicen que "a mí no me gusta esa vaina (el preservativo) porque no siento nada y me provoca picazón". Otras y otros coinciden en que no lo usan porque es un fastidio detener la liturgia del sexo en el momento cumbre de la penetración "para ponerse ese guante que disminuye las sensaciones".

Buena suerte si usted también piensa así, y ojalá el balazo no le haga daño.

 

 

 

 

 



 

AYER GRAFICO
Dirigentes del Partido Laborista Agrario ven su destino histórico en el APRA


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, no doy ejemplo de fe a los más jóvenes


OPINIONES

 

PORTADA | NACIONALES | RELATOS | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | VARIEDADES | CRONICA ROJA | EDICION DE HOY | EDICIONES ANTERIORES


 

 Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.