Dilsia tenía siete años y jugaba a las muñecas. Era una niña obediente y por eso no dudó en hacerle un mandado a su madre a la tienda.
Pero en el camino ocurrió una tragedia. Fue embestida por un busito colegial, que la dejó amarrada a una cama de por vida.
Ahora tiene 13 años. Su vida no ha cambiado mucho y aunque sus familiares claman por justicia, el responsable no ha sido juzgado.
Dilsia Esther Rodríguez no habla, no se mueve y comunicarse con ella es casi una adivinanza. Ella reside en El Valle de Antón con sus familiares, su madre y hermanos.
Actualmente no recibe el tratamiento adecuado, y si no se le ayuda pronto, nunca sabrá lo que es vivir la juventud: la escuela y sobre todo la alegría de tener una familia, comentó entre llantos e impotencia su hermana mayor Digia Rodríguez.
"Todo fue tan rápido que nadie supo realmente que pasó y aunque el responsable no se dio a la fuga porque en El Valle todos saben de quien se trata, este sujeto lamentablemente no ha hecho nada por esta jovencita", agregó.
SU HISTORIA
"Yo casi no recuerdo lo que sucedió apenas era una niña, pero mi madre me dijo que a mi hermanita la había atropellado un carro, desde ese día nunca más la vi hablar o moverse", explicó la hermana de Dilsia.
Evelio Rodríguez, es el tío de Dilsia. El explicó que luego del accidente duró unos tres meses y días en el hospital del niño. Ella perdió parte de la médula espinal y ahora su cerebro no manda señales al resto de su cuerpo. El está preocupado porque ya han pasado cerca de siete años y el estado de Dilsia es el mismo y la situación económica que ellos enfrentan es precaria.
Evelio, el único que aporta, insistió que es necesario que se le practiquen transplantes de médula y se le realicen tratamientos y otras operaciones que él no entiende, para que ella se ponga bien. Lamentablemente ellos no tienen dinero para pagar estas operaciones y piden ayuda a alguna fundación o alguien que los ayude porque ellos viven en la parte humilde del turístico valle de Antón.
Dilsia debe acudir al médico cada tres meses, pero en ocasiones por la falta de recursos económicos y de un vehículo adecuado no lo hace y pierde la cita al igual que los tratamientos y esto retarda su mejoría y es lo que a sus familiares les preocupa.
Además en la familia hay un hermanito con diabetes, lo que obliga a su madre a trasladarse con el a Panamá a atenderlo y deja a su hija con su hermana y con su tío.
El tío de Dilsia solo gana unos seis balboas por día y debe mantener su familia y a sus sobrinas, es por ello que pide que se reabra el caso del atropello de su sobrina y que el responsable pague por lo que hizo y ayude con los gastos que se requieren para curarla.
Los familiares de Dilsia solo le hacen el llamado al conductor a que recapacite y les ayude a que esta niña vuelva a ser como antes, porque "Dios todo lo ve y todo lo puede".
Los hermanos de la Pastoral de Salud de El Valle de Antón realizan visitas semanales a Dilsia, sin embargo el estado de la jovencita no mejora. Ella solo abre los ojos, pero no habla ni se mueve, lo que inquieta a sus familiares que se atreven a pedir ayuda a quien esté dispuesto.