OPINION


Venganza

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Por Alfonso Zamora
Periodista

La vida es una continua lucha para enfrentar grandes retos, ya sean personales, familiares, profesionales y de toda índole y no hay espacio en el aparato emocional para sentimientos como la venganza.

La venganza es una enfermedad del alma, que nos empequeñece y de no tener control sobre esos oscuros abismos viviremos en la más corrosiva amargura, con el único propósito de vivir para desquitarnos de la ofensa, sea esta real o imaginaria.

Los vengativos son débiles porque son incapaces de soportar los señalamientos y las correcciones y mucho menos los resultados que como consecuencia, de su conducta se originan.

Tienen una frágil autoestima, incapaz de elevarse por sí sola de los pantanos de sus errores, por eso su conducta está marcada por la rigidez y por la ignorancia que no les permiten darse cuenta que más vale enfrentar la verdad, que la mentira.

Sufren por su propia falta de flexibilidad, por lo que viven con ideas fijas y llenos de prejuicios, sumidos en la amargura de su propia existencia, vacía y sin otros propósitos.

Vivir en función de una venganza es caminar hacia el delito homicida y hacia la auto destrucción de la personalidad y de las relaciones interpersonales, en fin, el cataclismo de la propia identidad.

No se puede justificar el crimen cometido contra una persona y mucho menos contra un representante de los valores morales y humanos, como ha sido el doloroso caso de monseñor Jorge Altafulla, cuyo desprendimiento personal lo llevó a entregar su vida toda al servicio de la comunidad.

 

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