Es un trauma para cualquier cristiano que tenga más de tres dedos de frente, el poder orientarse ante la cruda estrechez económica que debe sentir el jefe de familia que sólo puede trabajar un día semanal, llevando el producto de esta insólita tarea, como medio de nutrición hogareña. Es inconcebible, también impresionante enfrascar la cabeza en éstos pensamientos intolerantes. Campesinos de carnes flácidas, otros abotagados por la ausencia de los nutrientes de efectiva reposición de las energías perdidas que no se logran compensar jamás. En la ciudad el cuadro es estremecedor y posiblemente con peores repercusiones reveladores, donde un bolsón significativo de los conjuntos sociales no son más que gente del campo trasladados a la ciudad, básicamente inadaptados a un sistema severo de contingencias.
Acá tiene que someterse al régimen austero de vida con los consiguientes pagos onerosos y agobiantes: renta, comida, agua, luz y teléfono. En el ambiente metropolitano la villanía le abre sus dos brazos inabarcables de monstruo bicéfalo, donde a la debilidad le va a ser fácil el poderse plegar. Sin capacidad mental definida para la realización del examen económico, cuyo balance estricto le permita comer, vigilado por una canasta básica en constante ascenso y con salarios de niño, añadiendo los vicios, les aseguro, que el que sufre el primer tirón será el hogar; la esposa, los hijos y demás. Resultado, hogar destrozado como si lo hubiera partido un rayo, con niños desperdigados buscando qué comer por las calles, amén de otras corrupciones conexas. ¿Se ha puesto usted alguna vez ha verse el cinturón? Yo le recomiendo que lo haga y aprenda cómo apretárselo. No nos podemos dar el lujo de entrar por la puerta ancha del arbitrio y de la diversión alegremente, si antes no hemos cumplido con los deberes urgentes del hogar. El que lo bota todo no puede ser un padre, sino un facineroso común. Nunca he visto con buenos ojos a esos tutores que llevan a los hijos a centros de diversión y juegos de casualidad. He observado a padres que hacen esto y han recibido como pago hijos chingueros; recordemos que cosechamos lo que sembramos, no podemos esperar peras del olmo. La vida es delicada, por ello, debemos ser cuidadosos en su trato que pocas veces en su curso, podemos recoger el lauro del triunfo que para otros es totalmente imposible.