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La inversión en capital humano y la nueva empresa

Jessica Dávalos

La concepción de la empresa como "n mero lugar de intercambio de mercancía, de trabajo contra salario" ha variado su vertiente tradicional hacia la empresa que se "constituye" en una organización económica y social la que se apoya al entero sistema democrático".

En efecto, la empresa se convierte a partir de las nuevas estrategias de la política gubernamental, en el valor central del sistema económico. Valor conquistado por el Estado en el pasado y que se ha trasladado hacia la empresa, convirtiendo la actuación política de gobierno en los instrumentos para la expansión de la libertad de empresa, los valores del mercado y las referencias de competitividad, productividad y eficiencia.

La estrategia para el crecimiento económico que preconizan los gobiernos se fundamenta en la revalorización de la empresa como "el modelo social prevalente" donde imperan los valores del mercado, y por lo tanto la exigencia del interés de la empresa.

Estamos frente a la glorificación de la empresa como "una organización racional generadora de riqueza, con pretensiones de elevarla a organizaciones modélicas en todos los ámbitos de la vida social". Cuyo desarrollo es vital para la determinación del bienestar de la población, en cuya tabla de medición se confía el avance económico de una sociedad.

La referencia a la empresa como valor central de los estrategias de crecimiento económico de los gobiernos, se traslada al empresario que goza de un prestigio casi natural, objeto de parabienes públicos, de insospechada duda de su inteligente forma de crear y manejar una empresa, a diferencia del resto de los ciudadanos, más aquellos dedicados a la cuestión pública, que casi automáticamente es considerado como sospechosa la gestión en la que ha puesto su empeño. Es a modo de dimensionar la cuestionabilidad del valor central de la empresa en la sociedad.

Nuestra idea-motor es la vinculación de la referencia a la inversión de capital humano, en una dimensión más allá de lo que puramente se concibe como una cultura para el trabajo, ya que el concepto traspasa los límites de ciudadanos productivos, eficientes y portadores de nuevos valores. La primicia de la cultura para el trabajo, encierra una lógica mecanisista del trabajo como valor único, excluyente de los valores de vida que encierra la cultura universal, como la fórmula de humanización de la sociedad. Y la empresa a la cual su redimensión está sujeta a viejos esquemas verticales y cuasi militares de organización a lo interno de su seno, en la cual el nuevo trabajador tendría necesariamente que desarrollarse, ya que es su espacio natural de vida. Esto confrontaría el nacimiento de nuevas conflictividades, al transformarse las necesidades del nuevo trabajador, pues la relación de trabajo se ha transformado.

Esta conflictividad es relativa a los valores que exigen una forma de tratamiento y de participación en la empresa diferente, si se quiere de forma más democrática y estable.

Exigencias estructurales sobre nuevas necesidades y la consagración de nuevos derechos individuales y colectivos, como el pluralismo ideológico, el derecho a la información del estado económico de la empresa, a los principios fundamentales de la vida, la honra, la intimidad, a trabajar en libertad, a tener estabilidad laboral que permita estabilidad emocional para vivir, al recién estrenado concepto de "derecho de expresión directa sobre el contenido y la dirección del trabajo", cuyo ámbito era exclusivo del empresario, basado en el poder de dirección empresarial.

El nuevo trabajador productivo, requiere una empresa que ha transformado su estructura tradicional, a una empresa también flexible, que valoriza el trabajador como un ser humano integral, no sólo como un valor instrumental de la producción.

La productividad en este sentido, como eje del universo de la empresa, no está claramente definida, el concepto simplista pareciera ser "la educación y puesta en práctica de los medios para conseguir el interés de la empresa" pero adquiere una revalorización estática. La productividad no sólo encierra el micro-mundo de la empresa, sino la vida integral del hombre, que se hace posible a través del trabajo.

Retomar la concepción del viejo concepto de la PROPIEDAD CON RESPONSABILIDAD SOCIAL incluido desde el año 1946 a nuestras Constituciones Políticas que cobra interés actualmente con la introducción de factores que están transformando la relación laboral. Por lo que la función social del Estado, en cuanto a la tutela de interés de los trabajadores debe revaluarse con un criterio de expansión de las garantías Constitucionales, a efecto de cubrir las nuevas realidades.

Entendiendo que aún prevalece el Principio de Protección a la parte débil, el trabajador especialmente cuando las exigencias del mercado abarcan aspectos impensados en tiempos pasados.

 

 

 

 

 

 


 

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