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En Panamá no se quiere aceptar que somos racistas. Tratamos "diferente" a la gente de piel negra, a los indios, a los chinos y al que -según creemos- no es como el promedio.
Pero quienes más sufren la discriminación y el mal trato son los negros. No por otra cosa que por imitación (en los Estados Unidos han sufrido total persecución y humillación y violencia), y también porque son la mayoría. Se puede decir, sin menor asomo de duda, que de cada diez panameños, por los menos cinco tienen sangre negra en sus venas. El resto comparte ascendencia de diversas razas.
Así las cosas extraña mucho que en Panamá seamos tan injustos con la gente de piel oscura. Los vemos mal, los tratamos peor, y hasta nos atrevemos a disminuirlos, pensando que no son capaces intelectual o espiritualmente para algunas tareas.
Con frecuencia ignoramos este rasgo del ser panameño. Queremos pensar que no somos racistas, pero en el fondo, y a veces en la superficie, lo somos y bastante.
En un grupo, tratamos al negro siempre como inferior; nos burlamos; le criticamos en exceso; y si algo sale mal, por cualquier razón, muchas veces le achacamos el error al color de la piel.
Muy pocos nos ponemos a pensar en los aportes valiosos que la etnia negra ha puesto sobre la mesa en este país inconsciente. Panamá es un país donde abunda la alegría, el ritmo, el sabor caribe y la luz, gracias al aporte sociológico de la etnia negra. Aparte de los tintes culturales (algunos dirían cubetadas de pintura y no tintes) que han hecho de esta nación un punto de referencia obligado cuando se habla de avances científicos y artísticos. |
