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SE GANO EL CORAZON DE QUIENES LO CONOCIERON
"Iván, una obra de amor que terminó en tragedia"

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Irasema Muñoz
Coclé - EPASA

La hermosa historia de Iván Yau comienza cuando un buen día una pareja de inmigrantes chinos, empleados humildes de otro de sus paisanos residentes en Panamá, tienen a su bebé, el cual no pueden cuidar porque deben cumplir con un estricto horario de trabajo, tanto el padre como la madre. En una situación desesperada y sin tener nada propio aún, consiguen que una pareja de la tercera edad que viven solos, les cuide a su niño recién nacido.

Los esposos chinos trabajaban en Chiriquí y venían a visitar a su hijo a Penonomé cuando podían; de manera que el niño se estaba criando con el señor Heraclio y doña María, ambos con hijos mayores ya establecidos.

Desde pequeño, el niño Iván convivió con la pareja, a quienes llamaba papá y mamá, porque eso eran para él, eran los padres que conocía, aun cuando el niño sabía de la existencia de su madre y la recordaba; pero se aprende a querer a la persona con la cual convives, a la que te cría.

Don Laco y doña Santos, como cariñosamente se les conoce tienen su residencia ubicada en la barriada 8 de Diciembre de Penonomé desde hace muchos años y, a pesar de ser personas sin recursos, aceptaron de buen grado hacerse cargo de Iván, sin tomar en cuenta su raza, su situación económica ni las necesidades que se les pudieran presentar en el camino. Estos señores sólo vieron a Iván como un motivo de alegría, a quien darle cariño y atención, alguien que llenara de ruidos y alegría su vivienda y sus vidas, alguien a quien darle amor y cariño y que llenara sus ratos de soledad.

Todos los sacrificios que pudieron hacer para sacar adelante a Iván, los hicieron sin importarles que no fuera realmente su hijo. Cuando Iván tenía alrededor de tres años, su padre vino a visitarlos y les comunicó que estaba muy enfermo y debía viajar a China para que lo operaran y que probablemente no volvería a verlo, pues el caso era delicado. De manera que el papá de Iván se despidió de su pequeño hijo, el cual lloró y le pidió que no se fuera, pero le indicó que tenía que hacerlo, pero sabía que quedaba en buenas manos y le recomendó portarse bien y estudiar. Su madre se quedó en Panamá, mientras el papá del niño se fue a la China, donde le descubrieron un tipo de cáncer incurable que le costó la vida al poco tiempo de haber llegado a su país. La madre viajó a China y posteriormente mandó a buscar al niño. Esto fue un duro golpe para don Laco y doña Santos, que ya querían al niño como a su propio hijo y sintieron que les arrebataban parte de su vida. No obstante, en poco más de un año, la madre escribió diciendo que si deseaban, ella podría enviar al niño de vuelta a Panamá, pues en China estaban pasando mucho trabajo, ella no lo podía cuidar y el niño lloraba mucho recordando a sus papás, es decir a don Laco y doña Santos.

Sin embargo, la mamá de Iván también dijo que no tenía dinero para el pasaje del menor, el cual tampoco tenía sus papeles en reglas para viajar, lo que encarecía aún más el viaje.

Pero como el amor lo puede todo, don Laco y doña Santos pusieron todo su esfuerzo en conseguir el dinero para traer a Iván de regreso. A diario se escuchaba decir a ambos lo felices que estaban porque Iván pronto vendría a alegrar sus vidas otra vez y en esta oportunidad, para siempre.

Es bueno recordar que Iván no sólo se ganó el cariño de estos dos ancianos, sino de toda la barriada. Aún recordamos cómo todos preguntábamos cuándo llegaba por fin Iván. Hasta los señores que vendían raspaos o helados de forma ambulante preguntaban por Iván.

Pero en especial, el pequeño Iván les robó el corazón a la familia Bethancourt vecinos más cercanos y de cuya casa no salía. Siempre estaba en casa de esta familia, donde lo trataban como si fuera uno más de la casa. Allí se hacía lo que Iván decía o quería, era el niño consentido y decía "yo quiero comer pizza, pues era una orden y se cumplía, ¡a buscar pizza!. Donde iban los Bethancourt, allí estaba Iván, a Panamá, a la playa, a fiestas, a donde fuera, e Iván quería ir, lo llevaban, siempre con el consentimiento de don Laco y doña Santos, que sabían lo mucho que esta familia apreciaba al niño.

Iván regresó a Panamá cuando estaba en edad de acudir a kinder. Ingresó a la escuela Clelia F. de Martínez, donde era un brillante estudiante, muy cariñoso, juguetón, a veces con un dejo de tristeza reflejado en su rostro, con un semblante como si estuviera pensando muy lejos. Tenía su grupo de amiguitos, entre los cuales al que más apegado estaba era a Jorge su vecino.

Nada hacía sospechar que la felicidad por el regreso de Iván, se vería empañada unos pocos años después. Iván, como todos los días, se la pasaba de una casa a la otra, de donde don Laco a la casa de los Bethancourt, por eso no fue extraño ni nadie se podía imaginar que pudiera ocurrir algo.

Sin embargo, el pasado 9 de abril la tragedia ensombreció la vida de estas dos familias de manera inesperada y llenó de dolor a todo un barrio, que aún no creen en la desaparición física del pequeño Iván. Nos parece verlo caminar de manos de doña Santos hacia la barriada Miraflores, donde a diario iban en las tardes a visitar a la abuela o mamá de doña Santos.

Fue un domingo, cuando en horas de la tarde, el pequeño Iván, con un biombo en las manos, se fue de su vivienda en compañía de los hijos de la familia Bethancout hacia el río. Un joven que adoraba al pequeño y para quien tenía grandes planes futuros. Se comenta que cuando llegara el momento de la partida de don laco y doña Santos, probablemente este joven fungiría como su padre de crianza y sería el encargado de educarlo y darle lo que sus padres de crianza no pudieran darle. El era el que prácticamente corría con todos los caprichos de Iván a la hora que fuera y así fue hasta el último día de vida de Iván. El niño quiso ir al río Las Mendozas con el joven y sus amigos. Allí se entretuvo jugando sentado en una moto lejos de la orilla del río, mientras los jóvenes conversaban cerca y vigilaban al pequeño. Pero el destino y Dios a veces tienen otros planes.

El río no estaba solitario, había muchas personas; sin embargo, nadie vio cuando el niño cayó al agua. Cuando fue encontrado era tarde. El pequeño se había ido, dejando los corazones de estas familias vacíos. A más de un mes aún no comprenden qué fue lo que sucedió ni por qúe. Y como dijo el padre Saúl Gaona cuando dio la Misa, pasará algún tiempo para que se recuperen, como en normal, pero finalmente, comprenderán que Iván tenía una misión en esta tierra, como todo el mundo y ya la cumplió. Su misión era congregar a toda una comunidad en el amor. Indica el padre Saúl que Iván era un alma pura y por ello no necesita de rosrios o más misas porque no era un alma tocada aún por el pecado. Iván, un niño que no era de nuestra raza nos unió, unió a dos familias en la alegría, y hoy, los unió en el dolor también; y no sólo a las dos familias, sino también a toda la comunidad penonomeña, porque la Catedreal se quedó chica para la cantidad de personas que se dieron cita para despedir a Iván.

Una persona se confesó y autorizó al padre Saúl a divulgar su sueño, el cual señala que Iván, a través de ella enviaba el mensaje de que estaba bien y que tenía que ir a encontrarse con su papá. La persona no se explica por qué precisamente ella tuvo este sueño, pero quizo que la familia lo supiera.

Por supuesto que Iván debe estar muy feliz donde quiera que esté porque sólo el que tiene el corazón como un niño entrará en el reino de los cielos, dicen las escrituras y desde donde esté está cuidando a quienes le brindaron su amor sin pedir nada a cambio. Dios guarde a estas dos familias y ojalá otras se miren en este espejo y obren con amor como lo hicieron ellos con este ser de Dios.

 

 

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Sin embargo, la mamá de Iván también dijo que no tenía dinero para el pasaje del menor, el cual tampoco tenía sus papeles en reglas para viajar, lo que encarecía aún más el viaje.

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