Salvemos nuestra naturaleza
Un millón de árboles desaparecen en Panamá en tan sólo 100 días, si consideramos que en una hectárea de un bosque virgen cabe un promedio de cien árboles, y esta cifra es bastante conservadora.

Jorge Metsufuji
Fundación Shin Matsu
Pino Nuevo: Cuando se habla de cifras aterradoras, de alguna manera se pretende llamar la atención del ser humano, frente a un problema que afecta el entorno; sin embargo, no siempre se logra ese objetivo, y la tala indiscriminada contra el árbol no escapa a esa triste realidad. Cada hora se talan en Panamá un promedio de 4.2 hectáreas, que sumadas se traducen en 109 hectáreas diarias; es decir, unas 40,000 hectáreas de bosques vírgenes caen anualmente por el golpe del hacha, o el fino corte de la sierra, sino por el juego provocado intencionalmente. Lamentablemente las acciones de reforestación, no marchan al mismo ritmo que el de la tala de árboles. La madre tierra se reciente y parece estar herida de muerte sino surge un cambio de actitud de quienes irresponsablemente la maltratan. En Panamá, en 1966 el ex presidente de la República, Marcos Robles, emitió el Decreto Ejecutivo donde ordenaba a las escuelas y empleados públicos la siembra de un millón de árboles con el propósito de contrarrestar la deforestación, y que se reflexionara sobre la importancia del árbol. Es importante destacar que un millón de árboles desaparecen en Panamá en tan sólo 100 días, si consideramos que en una hectárea de un bosque virgen cabe un promedio de cien árboles, y esta cifra es bastante conservadora. Entonces ¿qué hacer? Esa pregunta tiene que encontrar una urgente respuesta mediante políticas más agresivas que emanen desde la alta cúpula del gobierno, porque en verdad, la siembra de un millón de árboles hace 34 años, no es suficiente. Hay nobles ciudadanos de gran espíritu que siembran árboles, otros contribuyen económicamente con fundaciones que enfocan su campo de acción en proteger el medio ambiente; no obstante, falta mucho más, especialmente en las escuelas donde maestros y profesores deben inculcar perennemente a los estudiantes la necesidad de sembrar árboles. Para avalar esta premisa, resulta alarmante percatarse de la ignorancia del común ciudadano, en torno a cómo debe procederse para sembrar una semilla, cómo germina y peor aún dónde encontrarla. En tal sentido, en nuestro programa ecológico que se transmite diariamente en RTVE Noticias en Canal Once, realizamos una encuesta sobre el particular y las respuestas de la gran mayoría de los consultados demostró que nunca habían sembrado una semilla de ningún tipo de árbol y desconocían dónde encontrarla. A veces pienso que estamos luchando contra molinos de viento, pero quienes nos interesamos por salvar la tierra debemos aferrarnos a la dura roca de la fe y persistir en nuestro propósito. Los padres y madres del país deben asumir un rol protagónico educando sabiamente a nuestros hijos, es decir hacer de la actividad de siembra de árboles una gran fiesta. Es recomendable ir a los parques y recoger las semillas que están en el entorno, que hay por millares, ya que las mismas caen luego que el árbol florea. Acto seguido, se debe buscar envases (vasos de cartón, latas, etc.) abrirles pequeños huecos en el fondo; luego, llenarlos de tierra y depositar la semilla encima, para posteriormente echarle una pequeña capa de tierra que cubra la semilla. Esto no termina allí, el niño o niña debe regarle agua y en unos diez a quince días brotará la planta con su color verde característico; de lo que se trata es de que el niño o niña comprenda que son capaces de contribuir a salvar la tierra, siempre y cuando terminen con el proceso al sembrar el plantón y darle un seguimiento de cuidado y de irrigación continua hasta que el arbolito pueda sostenerse por sí mismo. Bien está escrito que un árbol es un pedazo de universo hecho vida, y dar vida es apoyar el propósito divino y comprender que estamos aquí con un firme propósito que es el de hacer grandes cosas. Sin duda, un niño o niña educado de esa manera crecerá con un amor a la naturaleza, será más noble en sus sentimientos y estará consciente de que no hay que contaminar el medio ambiente. Todavía estamos a tiempo, este escrito es un llamado a la conciencia de que hay que actuar hoy, porque mañana puede ser demasiado tarde. Al respecto, vale parafrasear a José Ingenieros, cuando dice: "en la vida se es actor o público; timonel, o galeote". El punto es salir de ese estado de letargo, de sordera, de no ver el peligro que acecha contra la naturaleza; es decir, hay que enfrentar la realidad y actuar, basta ya de asumir el papel pasivo de simple espectador. Comencemos por educar a nuestros hijos; unamos las palabras con los hechos; dejémosle un legado consiste en un planeta que puedan habitar. Por una vida mejor.
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