Los esfuerzos para establecer un sistema nacional de riego y avenimiento deben realizarse con prontitud porque de sus resultados dependerá una verdadera revolución en el agro, cuyas expectativas serían increíbles si las enumeráramos.
El impacto en la tenencia, producción y tamaño de las fincas es un hecho que llevaría a una mayor producción en áreas de menor perímetro. A su vez la alta tecnología daría una respuesta contundente al problema de desempleo.
Existiendo el dinero debe darse todo lo que es la fase de contratación y dejar establecidos convenios bilaterales con países adelantados en esa materia, como Israel y Holanda, donde deben pactarse acuerdos para la llegada de técnicos en la materia que sirvan en el campo para las prácticas requeridas.
Nada se adelantaría si no se crea una institución dedicada a este asunto, compuesta exclusivamente por técnicos que sirvan en la etapa de preinversión y una contraparte del sector privado (nacional y extranjero) que realizaría las obras de agronomía.
Panamá tiene sus áreas definidas conocidas como el Arco Seco, hay algunos adelantos y experiencias. Los cultivos no tradicionales son hoy nuestro orgullo, porque están generando divisas al país.
A la par de estas experiencias, el Gobierno debe facilitar al sector privado todo el campo de la comercialización para el comercio exterior que sería de gran volumen y generaría un aumento de casi un tercio en el Producto Interno Bruto (PIB), mientras que en las condiciones actuales está por debajo del 10 por ciento. |