MENSAJE
Misterio a lo Agatha Christie
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Escándalo en la alta
sociedad Española. Escándalo y misterio. Y miles de conjeturas,
habladurías y suposiciones. Una calurosa mañana de julio de
1980 fueron abaleados en la cama el millonario y aristócrata Marqués
de Urquijo, banquero español de cincuenta y cinco años de
edad, y su esposa de cuarenta y siete.
El acusado del doble crimen fue Rafael Escobedo, un plebeyo, yerno
de la pareja Urquijo, casado con su hija Miriam. Al princio Escobedo confesó
que era el autor de los crímenes; pero luego se retractó,
alegando su inocencia.
Su abogado, el doctor José María Stampa, uno de los mejores
de España, basó la defensa de su cliente en que, inexplicablemente,
no aparecieron ni las balas asesinas ni el arma que las disparó.
He aquí un caso como los que aparecían en los novelones
de fin de siglo. Ambiente aristocrático. Personajes de la alta sociedad,
llenos de dinero. Un casamiento que se realiza sin consentimiento de los
adineros padres. Reyertas agrias y violentas entre yerno y suegros, que
no obstante su elevada alcurnia social, son seres humanos como los demás.
Y de pronto el crimen misterioso. Dos cadáveres en la cama,
unas balas que no aparecen y un arma que se ha esfumado. El caso podría
titularse: "Misterio a lo Agatha Christie," o: "Doble crimen
aristocrático", o: "El misterio de la mansión del
marqués de Urquijo" o algún otro título rimbombante.
Pero mirando el fondo del asunto, esto no es más que otro simple
drama humano. Drama de violencia de corazón. Drama de almas que no
comprenden ni perdonan. Drama de orgullos heridos y de esperanzas frustradas.
Drama de nervios que no se controlan y de pasiones que no se frenan.
Así como ocurrió en la mansión de los Urquijo
pudo haber ocurrido en la vivienda más humilde de la más humilde
gente de pueblo. Porque la clase alta, la clase media y la clase baja son,
al fin de cuentas, iguales en el fondo, pues el fondo de todas las clases
es el pecado.
Y por el pecado de todas las clases sociales, por el pecado de todas
las personas de todas las categorías y todas las tallas y todos los
colores y razas, murió Cristo en la cruz del Calvario. El no excluyó
a ninguna clase, ni a ninguna raza ni a ninguna persona.


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