Los panameñistas conmemoran hoy el aniversario 59 del derrocamiento del Presidente de la República, Dr. Arnulfo Arias Madrid, en un violento golpe de Estado que que dejó un saldo de múltiples muertos y heridos.
Se trató del segundo de tres golpes de estado que sufrió Arnulfo Arias, quien aquel 10 de mayo de 1951 se mantuvo hasta el final en el Palacio de las Garzas, en medio del intercambio de disparos.
Esa fue una de varias rupturas violentas del orden constitucional que se produjeron durante los inicios de la vida republicana en Panamá. Una época de inestabilidad política, propia de un país en el cual la democracia aún estaba en sus primeras etapas de desarrollo, y en que los enfrentamientos armados entre miembros de coaliciones y partidos no eran algo de extrañar, menos aún en vísperas de elecciones.
Este clima político enrarecido fue el que trajo como consecuencia el nefasto golpe militar de 1968, con todas las consecuencias de muerte, endeudamiento y pérdida de las libertades ciudadanas que conocemos. Tomó 21 años de lucha, una invasión extranjera, y un gobierno (nuevamente panameñista), para retomar la senda democrática.
A 59 años de aquel golpe, la clase política actual, tanto de gobierno como de oposición, deben mirarse en el espejo de aquellos años. Y deben hacerlo porque se percibe cómo poco a poco la confrontación política se torna más virulenta. El diálogo y la negociación en función del interés común es lo que debe mover a los políticos, en vez de tratar de acallar a las voces disidentes desde el gobierno, o llamar al boicot y a la desestabilización desde la oposición.