Es poco menos que imposible tratar de incorporar todos los conocimientos que contempla nuestra gramática en un momento dado. Guardarlos en la memoria, vana pretensión ilusoria de cualquier mortal.
El idioma -como todas las disciplinas- tiene sus caracteres evolutivos de tipos innovadores que requieren de las frecuentes consultas tendientes a ponernos al día en lo concerniente a los últimos acontecimientos de nuestra lengua parlante.
La conjugación verbal constituye uno de los enredos descomunales, así como el empleo armónico de los complementos que constituyen la sazón de una exquisita redacción cuidadosa. En la conversación sostenida, debemos cumplir con los cinco accidentes gramaticales del verbo, enfocados en la terminación o desinencia, adoptando formas distintas. Estos accidentes son: modo, tiempo, número, persona y voz.
Hay voces conjugables o declinables que sufren variabilidades llamadas comúnmente flexiones, en los que el verbo es un típico ejemplo aplicable.
En la interrelación hablada, debemos cumplir con los cinco accidentes gramaticales, esto hace la comunicación amena en obediencia a las distintas formas, cumpliendo con la elegancia de la elocución ausente de errores de dicción.
Vale la pena aclarar que es posible el empleo de la memoria en los casos que rigen la clasificación de las palabras según su acento: agudas, graves o llanas, esdrújulas y sobreesdrújulas. La escuela del pasado se valía de esfuerzos repetitivos en estos casos, y obtuvo logros significativos. Los complementos son palabras que concurren a acoplar la significación de los elementos de la oración y vienen a ser de preciosa importancia en la construcción gramatical, calificable en la delicada redacción de claro vigor copulativo, aportes que reconfortan la magistral conversación distinguida.
