El director civil de la Policía Nacional ha presentado renuncia irrevocable al cargo que ostentó durante dos años y ocho meses. Ya sectores del propio Gobierno propugnan por la designación de un uniformado, al frente del principal servicio de la Fuerza Pública.
El tema debe ser manejado con cuidado, sobre todo en las cercanías de un período electoral. No hay que olvidar que todos los integrantes del Directorio Nacional eran los operativos de la institución. El civil Rolando Mirones era más que todo un administrador. Los uniformados que lo acompañaban en la cúpula, son merecedores también tanto de los éxitos, como de los fracasos que se registraron.
La Policía tiene un presupuesto de casi 170 millones de dólares anuales y ahora cuenta con equipos sofisticados de vigilancia electrónica. Los recursos existen, pero pareciera que hace falta mística en el personal. Algunos subcomisionados y comisionados cuando escalan a posiciones, se dedican a no hacer olas y su principal propósito, pareciera ser esperar la jubilación.
Más que un cambio de figuras se requiere cambio de mentalidad. No se vislumbran muchas variantes al colocar un uniformado al frente de la Policía, tomando en consideración que eran los mismos que debían desarrollar los planes operativos para reprimir la delincuencia.
Más que gente de escritorio y teóricos que manejan las cosas por control remoto, se requiere personal que tenga presencia en las calles para controlar al hampa y con capacidad de reacción rápida ante un hecho delictivo.
Asimismo, el resto de las autoridades deben cumplir su labor. No puede ser que los policías capturen hoy a un maleante y éste al día siguiente ande libre por las calles.