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Domingo 7 de mayo de 2000


EDITORIAL
Nueva generación de policías

A finales de los años ochenta, cuando el Ejército de Estados Unidos invadió Panamá y redujo a la nada todos los fundamentos y estructuras de las Fuerzas de Defensa (aparato militar que Manuel Noriega usó para someter a los panameños y delinquir en su beneficio personal), nadie daba ni la más humilde de las monedas por la gente de uniforme.

La devastación fue total: los cuarteles convertidos en escombros; las diversas ramas (mar, tierra y aire) fueron divididas, subdivididas y divididas más aún, convirtiendo todo en servicios civiles separados; las cuentas bancarias cerradas y sus fondos pasados al Tesoro Nacional; clausuraron los pabellones de salud militar, los casinos, el club de clases y tropas, así como todas las instalaciones similares en provincias; eliminaron los comisariatos y las guarderías. En fin, todo vestigio del ejército pasó al olvido, y su recuerdo -su mal recuerdo, porque los panameños más sufrieron que gozaron de beneficio alguno- fue enterrado para siempre.

Incluso, hoy toda manifestación que suponga un acercamiento a los tiempos de "las botas y las bayonetas" es denunciado como un intento funesto de volver a la vieja época del militarismo. Conocidas son las denuncias en la Escuela Náutica, o en los Servicios Marítimo y Aéreo, por el supuesto abuso de los superiores, quienes someten a los subalternos a los rigores físicos y disciplinarios propios de las antiguas prácticas de la soldadesca.

En ese contexto tuvieron que vivir los policías que sobrevivieron a la "purga" de los años noventa, y aún en los albores del nuevo milenio. No ha sido fácil. La ciudadanía misma aprendió a mirar a los uniformados como parias, sometidos a los designios de un ejército extranjero y una clase política a veces inepta, otras corrupta, pocas veces desinteresada y patriótica.

Pero se presienten vientos nuevos. Varios cientos de muchachos, egresados de las escuelas secundarias públicas, están estudiando en la Escuela de Oficiales, y dentro de diez o veinte años serán quienes rijan los designios de una Policía que pareciera perfilarse como profesional y civilista. Habrán pasado ya los militares que tuvieron que reconvertirse en policías, y quedarán vigentes únicamente esos nuevos capullos, que para entonces serán robles fecundos y robustos que propiciarán sombra y cobijo a la ciudadanía, Dios quiera que alejados de la coima, la política barata, el narcotráfico y la corrupción.

Estudian en un moderno centro de enseñanza superior, regido por la Universidad de Panamá, y en pos de un título universitario digno y funcional en esta sociedad de principios de centuria. La Escuela de Oficiales está ubicada frente al aeropuerto de Howard, y cuenta con las más eficientes instalaciones de academia alguna en el área. Eso le ha valido que otros países estén preparando el envío de aspirantes a Panamá.

Ojalá los resultados sean de beneficio para todos; por un país más seguro, y por el bien de esta nueva generación de policías que buscan su progreso en la peligrosa profesión de guardianes del orden público.

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