Lunes 26 de abril de 1999

 








 

 


MENSAJE
Muy aprisa

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

La aguja del velocímetro fue subiendo y subiendo. Cien, ciento treinta, ciento sesenta. Y ciento sesenta kilómetros por hora es demasiada velocidad para un auto liviano en pavimento mojado. Con tanta velocidad, y con el pavimento resbaladizo, ocurrió lo que tenía que ocurrir.

Arnuldo Circone, de veinticuatro años de edad, amante de la velocidad, no pudo entrar al puente del río, y salió volando. Cayó dentro del agua, hundiéndose con todo y auto a veinticinco metros de la orilla. No se mató, pero arruinó su auto. Lo curioso es lo que dice la placa personalizada de su vehículo. "Muy aprisa".

Hay muchos como este joven que llevan la vida muy aprisa, demasiado rápido. La verdad es que llevar la vida a toda velocidad es la característica de estos tiempos modernos. Más de cincuenta años atrás, cuando el famoso cómico del cine Carlos Chaplin hizo su película "Tiempos modernos", ya señalaba, con su manera incomparable, el peligro de estos tiempos.

Nuestros días como que se caracterizan por demasiada rapidez en todas las cosas: demasiada mecanización, demasiado cientificismo, demasiada tecnología, demasiada indiferencia a todos los valores morales. No es extraño que ocurran accidentes a cada paso: accidentes en nuestras carreteras, y lo que es más lamentable, accidentes morales y espirituales en nuestra vida.

Niños pequeños caen víctimas de drogadicción. Niñas sin saber ni qué les está ocurriendo caen víctimas de embarazos. Y bebés ya nacen arruinados, cuando deberían apenas estar empezando a florecer.

El niño se vuelve adolescente de la noche al día. El adolescente se convierte en adulto sin la experiencia necesaria para obrar con sensatez. Y el adulto llega a viejo antes de tiempo, por el mismo paso vertiginoso de la vida. Como que el aumento de la potencia de nuestros vehículos, en las calles y en el aire, ha contagiado a las almas con el frenesí de la velocidad.

¿Quién puede ponerle freno a este desbarajuste loco? Las leyes del hombre no han podido hacerlo. La cultura no lo ha logrado. Ni siquiera la religión ha podido cambiar este delirio que está matando a nuestra sociedad.

Tan sólo Jesucristo puede frenar las pasiones del alma, dominar la locura frenética, corregir lo deficiente, poner en orden lo desorbitado. Sólo Jesucristo hace en el alma del hombre el trabajo maravilloso de regeneración. Sólo Jesucristo devuelve al hombre la justicia perdida. No sigamos nuestros camino solos. Coronemos a Cristo Rey de nuestro ser, y El pondrá en orden nuestra vida.

 

 

 


 

CULTURA
El cantautor panameño Ruben Blades

 

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