REFLECTOR
Sinvergüenzuras

Redacción
Crítica en Línea

Hay pacieros que se la tiran de vivos y, por andar en sinvergüenzuras, al final se llevan tremenda sorpresota tal como le aconteció a un buay apodado "Pancho" Pérez, funcionario de un ministerio, quien estaba dándole parrilla de lo lindo a su doña, porque decía que estaba cansado de la misma mujer, fea, gorda y vieja, y él tenía derecho a conseguirse una chiquillona.

De lo que estos laopés no se acuerdan es que cuando ellos conocieron a las que hoy son sus mujeres de asiento, la mismas eran hembritas jóvenes y buenonas a las que juraron serles fiel y estar junto a ellas hasta que la muerte los separara.

En este sentido el paciero Pancho sí había cumplido con la segunda parte de la promesa, es decir, estar junto hasta que la muerte los separara, pero el man decía que luego de 20 años de matrimonio, para él su mujer era como "una hermana". Ya hasta dormían en camas separadas. Pero lo que no sabía el buay es que lo que tú desprecias otro lo puede valorar.

Pancho se la pasaba metido en discoteca y pensiones con sus hembras y le presumía a sus amigotes y compañeros de farra que él sí era un rareza con las guiales y se levantaba a la que le daba la gana.

La pobre doñita en realidad no era tan fea, sino que estaba un poco gordita y casi ni se arreglaba. Se le veía triste por la indiferencia con que su marido la trataba, porque la verdad mi hermano, el buay no le daba mala vida, ambos vivían en una casa estilo "cajita de fósforo", en una conocida barriada de las afueras y, además, el man siempre está al día con el "pebre" para que nadie "saltara garrocha".

Pero que va papa, las cosas materiales no son todo en la vida y a la doñita, de nombre Juana, le faltaba el alimento espiritual y las caricias que era lo que Pancho le negaba, pero el laopé parece que no conocía esa frase de que, "atiende a tu mujer porque sino otro la atenderá por ti".

Ombe papá, en la institución gubernamental donde Juana labora, hay un mansito interiorano que es conductor, que le puso el ojo a la doña y se ofreció a curarla de sus tristezas y carencias. Juana sabe que su marido la pasa por la parrilla, pero ella que es muy católica nunca se le ha ocurrido hacerle lo mismo y se resigna esperando que algún día el buen Dios le abra los ojos a Pancho y su matrimonio vuelva a ser lo que era al principio, pero que va papá, ese día nunca llega.

El conductor que es bastante lacalacoso, empezó a calentarle el oído a la doña y luego de varias semanas de estar tirándole la caballería Juana finalmente cayó rendida a sus brazos.

Pancho por estar en sus levantes y sinvergüenzuras ni siquiera se había dado cuenta que su mujercita estaba haciendo dieta para rebajar, que el semblante de triste se le había transformado en alegre y que se la pasaba todo el día saltando y cantando.

Lo que Pancho ignoraba era que su mujer también lo estaba pasando por la parrilla y ni siquiera se daba cuenta de los cuernos que le estaban naciendo en la frente y cuando se dio cuenta fue de la peor manera.

Una noche que el tipo salía de uno de esos "push botton" de a pie que hay por la Avenida Perú, vio asombrado cómo su mujer de brazo del conductor entraba al lugar. ¡Para qué fue eso! De inmediato se puso a gritarle como un energúmeno que ella era una quemona de m... a lo que ella también le ripostó que estaba harta de su sinvergüenzura. Al final ambos dejaron a sus levantes y se fueron discutiendo por toda la calle.

 

 

 

 

 

 


 

De lo que estos laopés no se acuerdan es que cuando ellos conocieron a las que hoy son sus mujeres de asiento, la mismas eran hembritas jóvenes y buenonas a las que juraron serles fiel y estar junto a ellas hasta que la muerte los separara.

 

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