Decía un amigo en mis años mozos que el hombre cuando va para viejo se vuelve puro consejo, expresión que cada vez adquiere más vigencia si observamos la carencia de una verdadera orientación a que se ve sometida la juventud actual.
El asunto está en que, para aconsejar a los demás hay que tener autoridad y haber llevado una conducta ejemplarizante, o de lo contrario, el consejero termina haciendo el ridículo.
Así, es común escuchar al padre decir al hijo que no tome licor, cuando en su vida siendo joven, el progenitor se le pasó empinando el codo a diestra y siniestra, de fiesta en fiesta, dilapidando lo poco que tenía.
"Apártate de la bebida que eso te hace daño", dirá el anciano al principiante, porque ahora su sistema endocrino y biliar no resiste el olor de un vaso de cerveza.
Lleno de vitalidad con muchos bríos en otros tiempos, parrandeaba desde que caía la noche hasta el amanecer, pero pasados los años, envejecido y achacoso, ahora cree poder decirle al joven que no salga de casa ni mire a las damas guapas y esculturales que pasan a su lado. Esto es cinismo e hipocresía.
A los jóvenes no se les aconseja ni se les reprime sus instintos naturales y biológicos, sencillamente se les orienta e ilustra con ejemplos para que vean en toda su dimensión los problemas de la vida.
La multiplicidad de conflictos y situaciones negativas que rodean hoy a la juventud en general, requieren de una comunicación y buena relación permanentes para evitar que sea arrastrada a la vorágine de la delincuencia, las drogas y el crimen organizado que acechan en cada esquina.
Tampoco es recomendable el discurso rebuscado y lleno de palabras huecas, pues el joven se aburriría y el tal consejero terminaría como un charlatán y demagogo.
