Los debates presidenciales sirven para conocer los puntos de vista, los planes de gobierno y explicar las actuaciones pasadas de los que aspiran a dirigir el país.
Si bien es cierto que la forma cómo fue estructurado el mecanismo del debate divulgado a través de los medios televisivos llegó hasta ser aburrido, no hay que desmeritar el esfuerzo realizado para llevarle a la ciudadanía la opinión de Ricardo Martinelli, José Miguel Alemán, Martín Torrijos y Guillermo Endara.
Sin duda que la decisión de varios candidatos de no asistir al último debate restó brillo a la iniciativa de la Fundación de Etica y Civismo.
Aunque no se puede desconocer que en cualquier debate se aprovecha la oportunidad para atacar políticamente al adversario, los blancos de esos ataques, también tendrían la oportunidad de hacer sus descargos y ripostar cualquier cargo o acusación que se le formule.
Rehuir el debate por temor al adversario o por no exponerse al ataque de los segundones, no es lo más correcto. El tratar de ocultar asuntos pasados que mañana pueden explotar, tampoco es lo más saludable para ningún candidato.
Es mejor aclarar las cosas desde ahora y no dejar para después las explicaciones. Como reza el dicho: "no es lo mismo con guitarra que con violín". A cualquier candidato le es más fácil esclarecer ahora cualquier malentendido del pasado, que hacerlo cuando está trepado en el poder.
La Presidencia es como imán que atrae los dardos y petardos desde cualquier vía. ¡El que no lo quiera entender así, se engaña así mismo!