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Su vida la desarrollaron en el campo, donde no existía luz , radio, ni teléfono. Se acostaban a dormir al oscurecer y se levantaban con el canto de los gallos.  |
Al menos 80 años de vida matrimonial ha unido a Manuel Caballero Sánchez y Teodora Cedeño Olmos, quienes a sus cien años de existencia, aún se conservan sanos y con una mente lúcida.
Estos dos ancianos son oriundos del distrito de Bugaba, en la provincia de Chiriquí, ya que según ellos recuerdan nacieron en 1902, un año antes que Panamá se separara de Colombia y se convirtiera en la nueva república.
La vida en ese tiempo era muy rudimentaria en comparación con los adelantos en que vivimos actualmente, así lo señaló don Manuel, cuando por ayuda de su abuelastro pudo recibir una educación primaria en su propio hogar, mientras que la misma suerte no la corrió Teodora, ya que en el distrito de Alanje sí había escuela primaria.
Su vida de casado la iniciaron desde muy jóvenes, quizás ambos eran menores de edad, cuando Manuel conoció a Teodora, en la casa donde trabajaba y él como buen mozo la conquistó.
No demoraron mucho tiempo en unirse como marido y mujer, tal y como lo efectuaban en aquel tiempo. Manuel asegura con su lúcida y clara memoria que se fue contento con su señora a vivir en una montaña conocida como Brazos de Gariché, donde permanecieron por un tiempo, luego se trasladaron a la comunidad de San Francisco de San Andrés.
Vivieron de la ganadería y la agricultura, que eran las actividades más peculiares de aquella época. La vida de los esposos de un centenario de existencia ha alcanzado la cuarta generación, con más de 200 integrantes, donde iniciaron con nueve hijos , siendo el mayor de 78 años y la menor tiene 54.
Cuenta en una de sus historias don Manuel que criaba ganado y tenía que caminar varios kilómetros desde Bugaba hasta David para vender las reses, que era el lugar de mayor desarrollo, pero en el trayecto del camino algunos bandidos acostumbraban a asaltar a los ganaderos y robarles los animales.
Manifestó que aún conserva algunas vacas producto de aquella generación, pero también recuerda con alegría los tiempos de cacería cuando en la provincia habitaban muchos animales como el saíno, conejo pintado, chivo, entre otros, que frecuentaban cerca de las casas para vivir.
Las condiciones de vida eran tan precarias, que no existían siquiera caminos de penetración entre muchas comunidades; sin embargo, la muerte terminó con una de las hermanas de Manuel de forma inesperada. Relata que caminó varios kilómetros con su hermana al hombro para sacarle del lugar donde murió y llevarla hasta la casa de su abuela, ya que la vida era difícil tanto en el aspecto de salud como en el educativo.
Por su parte, Teodora recuerda que su familia se dedicaba a sacar sal en las playas de Alanje con peones (trabajadores), araban la tierra ,y la colocaban en una canoa de palos y tiraban agua de la playa en medio de canoas; esa agua se comenzaba a hervir en unas pailas grandes hasta que se consumiera totalmente y entonces quedaba la sal en el fondo del recipiente.
La sal se obtenía para el gasto anual de la familia, para el ganado y una carretada para vender, esto se efectuaba en los tiempos de verano cuando la luna estaba llena. Recuerda que Colombia tenía a Panamá bajo el yugo en esa época y estaban en guerra, por lo tanto, los soldados no dejaban sacar sal a las personas para que todo se lo compraran a Colombia.
La situación se puso critica para la comunidad que al separarse nuestro país de Colombia la represión que existía en los campo cambió al instalarse el primer gobierno nacional.
Posteriormente, los esposos Caballero Cedeño, después de muchos años, se casaron por lo civil y la iglesia. |