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Quienes bautizaron con este nombre a la población de La Chorrera, confiados en que ésta sería un área apacible, tranquila y acogedora, donde sus habitantes podríamos disfrutar de un ambiente seguro, comienzan a desilusionarse, pues más que ciudad dormitorio, la tierra del bollo preña'o puede ser considerada ahora la ciudad de los sobresaltos y el insomnio.
Basta con residir en una de las barriadas de las afueras donde las cajas de música estridentes de las cantinas, y el ruido ensordecedor de los automóviles y los asalto comienzan en la noche del viernes y se cierran el lunes de madrugada, con las primeras luces del día.
Cuando no es así, al vecino se le antoja celebrar el cumpleaños, se surte de aguardiente y cerveza, y entre el ruido atronador de los fuegos artificiales mantiene despiertos a todos los vecinos, quinientos metros a la redonda.
El aumento exagerado de los casos que requieren de la presencia de la policía se puede comprobar llamando los fines de semana al 104, donde un agente atento le contesta: "como no, caballero, el patrulla va para allá", cosa que raras veces ocurre.
Otras veces, la existencia de un permiso, otorgado por la alcaldía, actúa como patente de corso, para que los organizadores del evento festivo alarmen a toda una comunidad. |
