Cuando se llega a cierta edad, los adultos mayores se convierten casi en niños, hay que repetirles las cosas más de dos veces, y aún así hay quienes no lo hacen bien; también están los que en sus ganas de conversar sueltan algún chisme, y terminan siendo catalogados de chismosos.
Otros, simplemente, se molestan porque quieren apoderarse de sus bienes. Bueno, así se pueden enumerar un sinnúmero de motivos que arrancan el enojo de los hijos que cuidan de sus padres, a tal punto que pueden llegar a maltratarlos psicológicamente.
Y es que muchos hijos llegan a creer que su posición de cuidado los convierte en padres de sus padres, mas no es así, expertos aconsejan en tomar las cosas con calma y tener mucha paciencia.
Lo primero que deben pensar es en cómo les gustaría que sus hijos los tratasen cuando sean adultos mayores y no olvidar jamás el verdadero rol, son hijos.
Por otro lado, se aconseja a los mayores no dejarse avasallar, ya que tantos gritos y malos tratos les puede ocasionar problemas con los nervios o otro tipo de enfermedades.
Según estudios, los mayores no reconocen los maltratos, ante las autoridades ni mucho menos se quejan de los abusos y negligencias, por el temor a que les falte atención en el futuro (aunque sea abusivo) y por miedo a represalias o a ser ingresados en una institución.
¿QUE LLEVA A UN HIJO AL ODIO?
Esto no es algo que empieza de un día para otro, sino es el incremento de posiciones de odio, de omnipotencia y de envidia que acompaña a un hijo, y cuando el padre y la madre están debilitados, las ejecutan.
Es muy común que el maltrato de un hijo hacia su padre anciano sea por el resentimiento que lo arrastra desde el pasado. Si el adulto mayor utilizó formas agresivas en su relación con su familia, es casi natural pensar que los hijos aprendieron de él esta manera de comportarse.
De allí la importancia de cuidar las formas y los contenidos de amor que les damos a los hijos porque muchas veces, aunque sea injustificado e incluso un delito, mucho de este odio es la semilla sembrada con los golpes, los gritos, la incoherencia en los mensajes, así como criar hijos que se creen omnipotentes y que no respetan la vida humana.