Aún vivimos en una sociedad en la que se considera normal que los hombres deseen a muchas mujeres y más normal aún que la mujer desee a un solo hombre. Nuestras creencias sobre el hombre y la mujer pueden haber sido útiles en el pasado, pero hoy hacen más daño de lo que parecen ayudar.
Como sociedad, debemos dejar de perpetuar el mito de que las mujeres somos naturalmente monógamas porque esta creencia errónea evita que la mujer se haga responsable cuando está considerando ser infiel o cuando lo es. Desafortunadamente, por prejuicios culturales y falta de información, las mujeres infieles culpan a sus maridos.
Hoy, entre el 70 y 75% de los divorcios son iniciados por la mujer. Derivado de las falsas creencias, la mujer carece de información y conocimiento suficiente sobre sus propios impulsos sexuales; como resultado, son mucho más propensas que el hombre a dejar su matrimonio a causa de sus atracciones sexuales y aventuras. Aun cuando la mujer pide el divorcio o separación alegando la necesidad de "encontrarse a sí misma", con mucha frecuencia la verdadera razón es otro hombre.
Durante muchos años, la mujer, sabiéndolo o no, ha estado desarrollando una actuación de balance - tratando de obtener igualdad de derechos con el hombre y al mismo tiempo mantener sus derechos especiales. Lo más interesante es que aún así la mayoría de las mujeres no son felices. Continúan pensando que al final del camino se siguen quedando cortas en comparación con los hombres. Las mujeres siguen sintiendo que no tienen igualdad de derechos y mucho menos derechos especiales. ¿Por qué? Debido a la doble moral sexual que aún existe en nuestra cultura; pero irónicamente el derecho final de la mujer, el que le queda por exigir, es la raíz del problema.
De cualquier manera, ya no es el hombre quien oprime a la mujer - es la mujer. Las mujeres no hemos decidido si queremos intercambiar nuestra "imagen" y todo el trato especial que eso nos da, por la libertad sexual "pública" que tiene el hombre.
Solo eliminando la doble moral sexual, las mujeres podremos finalmente alcanzar la igualdad que tanto hemos peleado. Eso sí, al hacerlo tendremos que renunciar a uno de nuestros derechos especiales: no podremos seguir culpando a los hombres por nuestras indiscreciones sexuales y falta de autocontrol.