Si hay algo que ha quedado de aquella sucia y baja campaña electoral del año pasado, que se extendió por demasiado tiempo, han sido los correos electrónicos enviados por anónimos con la intención de destruir a sus adversarios políticos.
La campaña del 2009 fue se sobrepasó tanto en cuanto al insulto personal y el uso de las mentiras mezcladas con verdades como arma política, que los rencores han quedado vivos, al punto que aún recibimos en nuestros buzones de correo al menos 7 mensajes de este tipo por día.
Y no solo se trata de temas políticos. La práctica se ha difundido para insultar y desprestigiar a particulares, agrupaciones, gremios, activistas y periodistas. Todos están tomando por igual, y no parece haber visos de que habrá un alto.
La Internet, probablemente la herramienta más importante al servicio de la humanidad para la difusión del conocimiento, y tender puentes de entendimiento entre personas en puntos distantes en la distancia y la manera de pensar, parece haber sacado lo peor de algunos.
Refugiados en el anonimato, personas inventan un correo electrónico desde el cual envían comentarios hirientes y denigrantes.
Encima de eso, el bombardeo es constante en la actualidad. No solo es el político encubierto que azota a otro que lo venció en las elecciones; ahora hasta un individuo al que lo dejó la esposa o la novia, envía fotos y videos comprometedores de su ex a una lista interminable de contactos, para dejarla en feo. O el botado del trabajo que envía un largo correo de 5 páginas cargadas en hiel, insultando a su jefe y a cada uno de sus ex compañeros.
¿Acaso no tienen nada mejor que hacer? Usemos el Internet y los correos electrónicos de forma constructiva. No hagamos perder el tiempo a los demás. Al menos, tengan la decencia de identificarse, para así responderles directamente que no queremos recibir más idioteces.