La decisión del gobierno de reducir temporalmente el impuesto que se cobra por cada galón de gasolina y diesel que se vende en Panamá, puede calificarse con el viejo refrán: del lobo un pelo.
El Ejecutivo redujo por cuatro meses 20 centésimos al impuesto del galón de gasolina que es de 60 centésimos; el del diesel sufrirá una disminución de 10 centésimos: de 25 centésimos quedaría en 15 centésimos.
Con los precios de la gasolina que ya supera los B/.2.50 por galón y del diesel que está por encima de los B/.2.00, la medida -aunque plausible- es insuficiente.
El petróleo se ubica en B/.55 el barril y los más pesimistas estiman que puede llegar a B/.100. En Panamá se consumen anualmente más de 250 millones de galones de combustible, lo que representa una erogación para el país superior a los B/.500 millones.
El problema no es sencillo. Los precios dependen del mercado internacional y en menor proporción de la cadena de intermediarios.
Cada año, el fisco capta hasta B/.60 millones en concepto del impuesto por la venta de combustible. Con la medida temporal, el Estado dejará de percibir B/.4 millones mensuales.
Hay que contemplar otras opciones de combustibles más económicos, limitar la circulación vehicular, incentivar la introducción de vehículos de bajo consumo y ofrecer un buen servicio de transporte público. Hay que adoptar una solución integral, porque la manta no aguanta tantos parches.