Muchos panameños crecieron con la creencia de tener los Viernes Santo un Jesús muerto, un ser supremo que fue vencido por el diablo, cuando la Biblia nos enseña todo lo contrario.
El sacrificio de la Cruz fue la obra perfecta que Dios ideó para salvar a la humanidad. Era necesario que Jesús muriera y derramara su preciosa sangre, pero el día que Jesús reveló a sus discípulos que era necesario su padecimiento, Pedro, uno de sus seguidores más luchadores le dijo: "Maestro, de ninguna manera permitiremos que esto os ocurra". De inmediato Jesús ripostó y dijo: "Apártate Satanás".
La lucha entre el bien y el mal se acabó. Cristo venció al mundo y a través de su sangre los pecadores arrepentidos de corazón podrán alcanzar la vida eterna. Hoy es un buen momento, tal como lo instituyó Jesús, para conmemorar su muerte, pero los panameños debemos ir más allá de una muerte que El venció. Es el momento de asimilar sus enseñanzas y aplicar el significado de la cruz.
En el Antiguo Testamento, como se enseña claramente, la única manera que los hombres tenían para que Dios les perdonara sus pecados era a través del sacrificio de un cordero limpio, puro y sin manchas. Recordemos que el pecado vino al mundo por la desobediencia de los primeros pobladores de la tierra.
Fue por ello que Dios no se comunicó más directamente con los hombres. El pecado se convirtió en la barrera. En un gran obstáculo que no dejaba escuchar la voz del Altísimo, pero que ahora es posible alcanzar a través de Jesús. Bien lo dice la Biblia: Nadie viene al Padre sino por Mí.
A quienes acudan hoy a las dramatizaciones de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo, deben enfocarse en que lo que están viendo es el sacrificio que un hombre hizo por los pecados de la humanidad.
Celebremos hoy la victoria de su muerte y entreguemos nuestras almas al Altísimo, porque lo hizo por amor.