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Cabe destacar que en todo el país las banderas ondeaban a media asta, indicando luto oficial.  |
Hace casi cuatro décadas que no se veía en Londres una procesión tan espectacular como la que ha acompañado el féretro de la Reina Madre hasta el palacio de Westminster.
Desde la muerte del legendario primer ministro Winston Churchill no ha habido un cortejo fúnebre como el que llevó los restos mortales de la esposa de Jorge VI a la sede del Parlamento.
Allí el pueblo británico podrá dar su último adiós al miembro más querido de la Familia Real. Cerca de 250.000 personas, según Scotland Yard, se echaron a las calles principales de la ciudad para, bajo un sol radiante, seguir de cerca una ceremonia que resultó tan vistosa de colorido como impecable de ejecución.
A partir de las 11:20 de la mañana, cuando salió el féretro desde la Capilla Real de Saint James, hasta las 12:15, en que la Reina abandonó el palacio de Westminster, todo estaba minutado con absoluta precisión.
PRIMEROS COMPASES
El cortejo sólo empezó a moverse en el preciso instante en que la banda militar atacó los primeros compases de la Marcha Fúnebre de Beethoven. Sobre el ataúd, cubierto por el propio estandarte de la Reina Madre, fue colocada la corona de platino que se hizo especialmente para la fallecida con motivo de la coronación de su esposo, Jorge VI, en 1937, y que se guarda habitualmente en la Torre de Londres.
La joya de esa corona es el famosísimo diamante "Koh-i-Noor" (Montaña de Luz), traído desde la India en 1850 tras la anexión del Punjab al Imperio Británico.
Y junto a la corona, un centro de camelias blancas con una única tarjeta enviada por la Reina de Inglaterra, que escribió a su madre: "En mi querida memoria, Isabel".
Detrás del féretro, montado sobre un armón de caballería tirado por seis caballos negros, una primera línea de duelo en la que sobresalían el duque de Edimburgo, marido de la Reina, y el príncipe Carlos, heredero de la Corona y nieto favorito de la Reina Madre, quien vestía uniforme de Almirante de la Flota.
Junto a ellos, los otros tres hijos de la Reina, príncipes Andrés y Eduardo, y la princesa Ana, cuya presencia rompió el protocolo de una procesión fúnebre reservada tradicionalmente a los hombres.
En la fila siguiente, el príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión, y su hermano, el príncipe Enrique, rodeados de otros miembros de la Familia Real.
ACOMPAÑADA POR 1.600 SOLDADOS
La procesión, acompañada por 1.600 soldados a pie y a caballo, enfiló la gran avenida de Whitehall para pasar por delante del Cenotafio, el monumento a los caídos, hasta llegar a la plaza del Parlamento, donde se erige la gran torre que aloja al Big Ben. Dentro esperaba el Gobierno en pleno con su primer ministro, Tony Blair, a la cabeza, y el resto de los invitados a la ceremonia. El arzobispo de Canterbury, George Carey, el mismo que ofició en la misa por los cien años de la hoy fallecida, pronunció entonces una breve oración por su alma.
Mientras, su pueblo se disponía a desfilar ante los restos mortales de la Reina Madre para rendir su último y sentido homenaje a la abuela más querida de este país.
El féretro permanecerá en los edificios del Parlamento, donde yacerá hasta el día antes del funeral que se realizará en la abadía de Westminster, al otro lado de la calle.
Luego será conducido luego por carretera para un entierro privado ese mismo día en la Capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor, donde la Reina Madre yacerá al lado de su esposo, fallecido en 1952 a la edad de 56 años. |