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Chocolate

Aquilino Ortega Luna | Periodista

Nacer en Curundú, representa venir al mundo con limitaciones y con una deuda social a cuestas, un claro ejemplo de ello es un niño apodado "chocolate", a quien conocí en una de las tantas misiones periodísticas a las que asisto a diario.

"Chocolate" se levanta muy temprano y juega en las calles, descalzo, sin camisa, con los pantalones rotos, conoce más de balaceras que de fuegos artificiales. Lo anterior no es extraño, últimamente hay más "velorios" en Curundú, que celebraciones.

Sus sueños se entrelazan entre escoger el camino fácil de llegar a ser respetado en el barrio formando parte de una de las "bandas delictivas" del lugar o simplemente, escoger el camino del trabajo y el sacrificio y convertirse en un "ídolo deportivo" o un profesional de cualquier especialidad.

"Chocolate" cuenta con tan sólo trece años, y a pesar de su corta edad, no parece impresionarse con nada. Según "Chocolate", los niños en Curundú no tienen como divertirse debidamente. Se les oye decir que juegan al béisbol, sin guantes, sin bates, sin mascarillas ni rodilleras, tampoco tienen uniformes ni gorras. Por pelota usan cualquier objeto, desde un papel estrujado hasta una lata desechable.

En el medio la desfachatez de los políticos, haciendo falsas promesas y jugando con las emociones de los que menos tienen y de los que se acuestan con hambre.

Chocolate conoce lo que es el hambre pero sueña, sus sueños galopan con "la rienda corta", tantas veces ha escuchado que las cosas cambiarán en Curundú, y la gente inocente sigue muriendo en balaceras e incendios.

El insigne escritor José Martí dijo que, "los niños son la esperanza del mundo", pero al parecer y lamentablemente los niños de Curundú se han quedado sin esperanza.

Muchos que pudieron emular a Mariano Rivera, Roberto Durán e Irving Saladino, perdieron la esperanza muy jóvenes.

Me parece previsible que los niños como "Chocolate" a los que se abandona hoy, en el futuro serán adultos que no sentirán el menor interés de respetar las reglas de convivencia social. Quien siente que no le debe nada a una sociedad difícilmente se comportará como un ciudadano ejemplar.

SI queremos en realidad combatir la delincuencia lo que debemos hacer es invertir en una sociedad decente, que nos trate a todos como seres humanos.



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