Cuando ocurre un atropello, todo el mundo le echa la culpa al conductor y victimiza al peatón. Y muchas veces con razón.
Pero más que ahondar en las circunstancias que causaron el accidente de tránsito, la gente saca conclusiones poniéndose del lado de la parte más débil.
El conductor viaja cómodamente dentro de un pesado "monstruo de metal", y el pobre hombre o mujer que tienen que cruzar las calles a pie, no tiene ninguna oportunidad de salir ileso. Lo ven como un enfrentamiento desigual, y para reforzar su idea prejuiciada, asumen inmediatamente que el conductor iba a exceso de velocidad, distraído o borracho.
Pero al igual que hay malos conductores, también hay pésimos peatones. Y esto es algo que cualquiera que tiene auto puede constatar.
La primera lección que un peatón tiene que aprender es que antes de cruzar una calle, siempre se mira hacia ambos lados, calculando la distancia y velocidad a la que vienen los autos. Si es seguro, uno cruza. Si no, nos quedamos en la acera.
Pongamos atención en el comportamiento de los peatones en Panamá y nos daremos cuenta cuántos cometen el grave error de lanzarse a la calle sin siquiera ver con el "rabo" del ojo si un auto se aproxima. Y lo hacen hasta con bebés en los brazos.
Pero hay quienes se creen "Flash": se lanzan corriendo de un lado a otro en una calle de cuatro vías pensando que son suficientemente rápidos como para esquivar a un auto que se acerca a 65 kilómetros por hora.
Esto es en la ciudad. Todos los que hayan viajado al interior conocen a los "borrachitos" que caminan zigzagueantes a un lado de la carretera. Muchos accidentes han ocurrido por esto. Si hay un slogan que dice: "Si bebes, no manejes", también deberían sacar uno con la leyenda "Si te emborrachas, no camines solo en carreteras de alta velocidad a horas de la madrugada".