Cuando el "Tritanic" zarpó de aquel puerto de ilusiones en la "Playa El Agallito", lucía como ese buque insignia, irrompible, inamovible, siempre seguro y majestuoso.
"Ni Dios nos puede hundir" repica la frase del capitán del barco más grande del mundo y que con paso de "pavo real" navegaba en el mar.
Aquella historia de amor, contada en repetidas ocasiones, terminó en la triste novela de un gigante abatido, acostado sobre una cama helada de agua, perdiendo la vida, poco a poco, pedazo a pedazo.
La historia del "Titanic" fue en 1912, su arrogancia se perdió cuando el mar abrió su boca y lo tragó. El "Tritanic" se hunde, poco a poco, falta de ofensiva, ausencia de coraje y una pobre caja de serpentinas, producen su inconsistencia.
Herrera, el "Tri" campeón nacional, ha vivido un naufragio y sólo un milagro lo puede salvar. La película de James Cameron en 1997 fue digna de premios, la cinta del "Tritanic" está llena de lamentos.