El verano y unas buenas pepitas de marañón son suficientes para que un grupo de niños decida pasarla bien en su finca y sobre todo practicar el arte de asar estas pepitas, que son una delicia para los panameños que consideran este un arte y sobre todo un negocio.
Aunque Allan, Iván, Greys y Heidy, son niños que no se dedican a la venta de pepitas de marañón asadas, ellos ya conocen a su corta edad el arte de asarlas, pues sus abuelos y padres se los enseñaron y resulta una manera deliciosa de pasar el tiempo en verano.
En la pequeña comunidad de El Rosario estos pequeños niños deciden pasar un domingo asando pepitas de marañón, porque para ellos esto es una delicia a pesar del tiempo y sacrificio que requiere asarlas.
Allan es el mayor, él es quien confecciona de manera improvisada el fogón donde serán asadas las pepitas que una semana antes recoge con sus sobrinos, una vez está listo se enciende el fuego, se coloca una lata de zinc sobre el fogón y allí se tiran las pepitas de marañón que también ya han pasado por agua para que al pelarlas no se quiebren.