OPINION


Pacto nacional de no robar

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Por Moisés Joel Bartlett
Colaborador

Luego de la recuperación de la democracia, nuestra América Latina se ha visto desilusionada de la clase política a causa de su traición al propio sistema. La ilusión indicó que superadas las épocas caudillistas y desarticuladas las dictaduras militares, la democracia atendería y resolvería problemas prácticos que afectaron en el pasado y afectan en el presente, a nuestras poblaciones. Un flagelo determinante ha imposibilitado que el sistema político moderno por preferencia no logre honrar su compromiso con la población, esto es la corrupción.

Un número plural de ex mandatarios latinoamericanos terminan sus períodos presidenciales desprestigiados, tras las rejas y asilados a consecuencia de los malos manejos en la gestión pública que adelantaron.

Panamá, guardadas proporciones, no escapa a tal situación. Si bien es cierto, no existen precedentes de encarcelamientos y asilos políticos post presidencia, al menos el cuestionamiento y desprestigio es latente. Por ello, y antes que se frustre el sistema, una nueva generación debe, con carácter obligatorio, rescatar la política y optimizar la gestión pública.

Por tradición las campañas electorales se convierten en una ventolina de ofrecimientos y promesas que arrasan con el sueño y la esperanza de los ciudadanos. Es hora de hacer un alto responsable.

Aceptando los avances de la tecnología y las herramientas modernas de campaña electoral como el Marketing Político, resulta poco ético, continuar con los estilos de campañas alejadas del imponente realismo político. Las promesas contenidas en programas de gobierno deben ser realistas y posibles, de tal manera que la población vaya madurando y aprenda a escoger a los que proponen cosas realizables.

Pasado el torneo electoral, es hora de honrar los programas. Uno de ellos ha de ser el compromiso de derogar todo decreto que reglamente y obstaculice la recién aprobada Ley de Transparencia. Esta medida facilitará el acceso de todo ciudadano y ciudadana a planillas públicas, actos de licitación, contrataciones directas, compras directas y todo acto que involucre las finanzas del Estado.

Otra forma tradicional de corrupción es la figura del nepotismo. La atención a familiares consanguíneos o afines es razonable, siempre que no despoje de oportunidades al resto del país. El que no ama los suyos difícilmente recuerda a los otros. Esto no es teórico, es práctica pura. El compromiso de romper con el paradigma "la planilla pública para mi familia" ha de ofrecer oportunidades para los más necesitados.

 

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