Vandalismo popular y brutalidad
policial en la República Dominicana
Santo Domingo
EFE
El vandalismo por parte de
algunos sectores populares y la brutalidad policial caracterizaron las protestas
que esta semana causaron seis muertos y más de 20 heridos por bala
en la República Dominicana.
Al término -o tregua, por la cercanía de la Semana Santa-
de los enfrentamientos que han alarmado al sector industrial, por el temor
de que afecten al turismo y a la inversión extranjera, varios funcionarios
han admitido que los excesos caracterizan el comportamiento de los manifestantes
y de la Policía.
"Huelga", en República Dominicana, independiente de
cual sea la reclamación, supone tradicionalmente lluvia de botellas
incendiarias, quema de neumáticos, rotura de cristales, apedreamiento
de vehículos, saqueo de viandantes y hasta el uso de armas de fuego
de fabricación casera.
"Control policial", por otra parte, significa detenciones
masivas, disparos indiscriminados y persecución a golpes de la población
civil, especialmente de los jóvenes -participen o no en las protestas-,
por parte de agentes policiales con una rudimentaria preparación
y armamento militar.
La Comisionada para la Reforma de la Justicia, Aura Celeste Fernández,
admitió en declaraciones que publica hoy la prensa local, que en
la República Dominicana ni los manifestantes saben protestar civilizadamente
ni la Policía está preparada para respetar los derechos humanos
y tratar con civiles.
Los incidentes más graves de esta semana, en Nagua, al noreste
del país, comenzaron cuando la Policía arrestó a numerosos
jóvenes y líderes populares por la simple sospecha de que
se preparaba una huelga en la zona. Las protestas, de hecho, comenzaron
para pedir su liberación.
En Las Matas de Farfán, al sudoeste del país, una manifestación
pacífica de hombres mujeres y niños para reclamar una mejoría
en el sistema de agua potable, encabezada por religiosos católicos
locales, fue disuelta violentamente por la Policía a golpes de porras
y culatazos.
Por otra parte, atravesar una localidad "en huelga" puede
significar para cualquier transeúnte o conductor ser saqueado por
bandas de jóvenes que pescan en río revuelto.
El "peaje" obligatorio, una "aportación"
para comprar gasolina solicitada por grupos armados de antorchas, palos
o machetes, es el riesgo mínimo, así como quedarse sin zapatos,
especialmente si son deportivos y de marca.
Numerosos articulistas y sociólogos han denunciado la falta de
una cultura o tradición de dialogo que reúna a los líderes
populares con los funcionarios del Estado antes de que se produzca el enfrentamiento
violento.
Ante el malestar creciente por falta de agua, obras públicas
u otros problemas sociales, por una parte se empieza a almacenar gasolina,
botellas y neumáticos, y por otra a detener a los ciudadanos sin
órdenes judiciales y a acuartelar a tropas de asalto.
Las protestas y los enfrentamientos de esta semana afectaron a varias
poblaciones que, aunque no son receptoras de turismo, están situadas
en lugares de paso de extranjeros que recorren las playas de la costa atlántica
del país.
En la capital dominicana, los focos de tensión están en
la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en los barrios populares
y en los accesos a la ciudad.
Empresarios hoteleros e industriales, que públicamente han criticado
las huelgas, se han dirigido también al Gobierno para que modifique
el tradicional tratamiento "policial" de las reclamaciones populares
y establezca canales de diálogo entre la población y las autoridades.
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